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Vuelta al humor negro

José A. Alemán / José A. Alemán

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Este tipo de reflexiones parecen corroborarla los sociólogos que auguran la desaparición de las clases medias cuando parecía consolidado el proceso de su ampliación que ha rebajado el alcance del concepto de “clase obrera” desamparada siempre en lucha. A lo mejor fue esa ampliación de las clases medias lo que alarmó a Rajoy y le llevó a afirmar que la crisis se debe a que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades: debió ver obreros con estándares de vida y de consumo que no les corresponden y se dijo eso no puede ser.

A lo mejor hago un juicio temerario de los móviles de Rajoy, pero es la única explicación a que no extendiera el reproche a los grandes capitales ni a la banca, que no son clase media. La única defensa que se me ocurre es que no fuera lo suyo parcialidad sino que la tremenda opacidad fiscal española le impide discernir si el lujo ostentoso del que hacen alarde los privilegiados está por encima o por debajo de sus posibilidades reales. Aunque a lo mejor, nuevo apunte de juicio temerario, le mueve a abroncarnos solo a los pobres diablos atrapados por Hacienda el deseo de no molestar a los adinerados, como ha demostrado con la amnistía a los delincuentes fiscales y evasores de capitales en general; que beneficia, de paso, a los titulares de cuentas nutridas directamente por el narcotráfico, la prostitución, etcétera, amparadas en la promesa de que no se les harán preguntas.

Ha sido siempre muy de derechas ante la denuncia de meter la mano en la cacharra del gofio replicar con lo del chocolate del loro. En lo antiguo se decía, con igual sentido de relativizar cuantías, que más se perdió en la guerra de Cuba. Pero los tiempos pasan, atrás quedó la alusión al penúltimo desastre colonial española, como va quedando viejo lo del chocolate del loro: a medida que descubrimos la dimensión del saqueo, resulta evidente que se han mamado entera la cosecha de cacao.

El caso es que, a falta de otras abundancias, vuelve a coger cuerpo el cuasi olvidado humor negro carpetovetónico con sus coñitas y sarcasmos. Por ejemplo, en Castilla-La Mancha se ha formado un buen lío porque la Junta de Cospedal retiró de los menús hospitalarios las botellitas a agua mineral. El agua es más barata que el chocolate, pero todo ahorro es bien recibido, pensaría Cospedal sin reparar en que guay de los gobiernos que caen en la chacota. Dice Cospedal que habrá en los pasillos hospitalarios fuentes, como en las oficinas bien y se pregunta el personal si les aplicarán el copago por vaso de agua para, además de ahorrar, hacer caja; con 50 céntimos de recargo si de demuestra que el agua procede de fuente milagrera.

En hablando de copago, rezongan los farmacéuticos porque, además de reciclarlos en recaudadores sin sueldo, hay notable confusión en la forma de aplicarlo. Se conocen, además, casos de enfermos crónicos que no pueden afrontar determinados gastos y han renunciado a adquirir sus medicamentos a la espera de que la ministra Mato, devenida en bruja Lola, distribuya el manual de sus remedios “naturales” antes de que sanadores y santeros desaprensivos se adelanten con sus recetarios de mejunjes y la tira de sangrados, sanguijuelas, conjuros y rezados. A todo esto, la imagen de Rajoy y sus ministros privados de su juicio calculando cuanto ahorro supone cada punto de incremento del índice de mortalidad. País. Cuanto echo de menos a Gila.

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