Se acabaron los paños calientes. Con José Manuel Soria ocupando ya plaza de ministro en el primer Gobierno de la era Rajoy y abierto el proceso congresual en cascada dentro del Partido Popular, las cartas empiezan a ponerse sobre la mesa y afloran ya sin tapujos los nombres o los perfiles de quienes van a protagonizar el próximo futuro bajo esas siglas. De momento nada hace pensar que el presidente del PP canario tenga intenciones de deponer su actitud y aplicar estrictamente el estatuto del partido, que le imposibilita compatibilizar ministerio y liderazgo regional. Al menos no parece que lo pretenda hacer de momento sin antes dejar todo atado y bien atado, como manda la tradición más conservadora a este lado del Atlántico. Gana adeptos la tesis de que Soria buscará garantizarse unas presidencias insulares leales que en ningún momento puedan poner en entredicho su liderazgo, y la primera plaza a garantizar es sin duda la de Tenerife. Cada día aparece con más intensidad ante el partido como un alma en pena, como lideresa derrotada por sus propias victorias, la presidenta insular, Cristina Tavío, a quien se le multiplican los feos propinados por su excelentísimo presidente regional. En su lugar gana enteros a razón de canastas de a tres el senador y portavoz en el Cabildo Antonio Alarcó. Los hechos son los hechos, y tras los hechos, hagan ustedes las interpretaciones que deseen, que seguro que se acercan bastante a las nuestras.