Conocedor de la decisión de la dignataria, el gerente del servicio municipal de Limpieza, Joaquín Viejo Belón, decidió que el estado de las instalaciones en las que trabaja el personal no podía ser más lamentable. Ya se sabe que en casa del herrero, cuchara de palo, de manera que ordenó limpiar a fondo el local, no fuera que la alcaldesa le tirara de las orejas por guarrete. Sabe Viejo Belón que él no figura en el escapulario de santos que lleva la alcaldesa, y menos figurará cuando se entere de que gana más que el primer teniente de alcalde. Así que los trabajadores se hincharon a limpiar la planta el jueves y, no contento con eso, el gerente ordenó, en la mañana del viernes, refregar el piso, baldear y desinfectar. A tal grado llegó el zafarrancho que casi hubo que secar el suelo a mano para que la alcaldesa no resbalara ante su inminente llegada. A tanto milagro se unió que el ascensor en el que el gerente ordenó colocar el cartel de “no funciona” días antes, fue arreglado con premura, y hasta el propio Viejo Belón, al que gusta llegar por las mañanas en torno a las 10.00 -se supone que previamente hace visitas inspectoras- ese día llegó a las 08.10. Prodigios de la alcaldesa.