Hay dos aspectos que, tras esta sentencia, quedan en el aire. El primero, la autoría de aquellos papeles de México, una falsificación de profesional que haría caer en el error al más incauto que no hiciera las más básicas comprobaciones antes de publicarlo. Paulino Rivero denunció ante la Policía la existencia de ese documento con el fin de localizar al autor de la falsificación y conocer el objetivo que se marcó filtrándolo justo después de las elecciones autonómicas de 2011, pero antes de que se pudieran consumar los pactos que podrían hacer presidente a Paulino Rivero o a cualquier otro de los dos candidatos a la presidencia, José Miguel Pérez y José Manuel Soria. No tenemos noticia alguna de las diligencias policiales, si han conseguido descifrar ese arcano y si, en tal caso, las pesquisas han sido ya judicializadas. El otro aspecto que queda en el aire es saber si los palmeros que han jaleado en tertulias y comentarios la denuncia de don Pepito ante la Fiscalía por el concurso de radios aplauden también este método tan expeditivo de obtener concesiones del mismo magno editor de prensa: chantajeando a un presidente democráticamente elegido para que delinca en su favor. Inaudito. Falta la demanda civil que le ha interpuesto a don Pepito Paulino Rivero, que se basa prácticamente en los mismos editoriales que han conducido a esta condena.