Anda justificadamente preocupado José Miguel Bravo de Laguna, presidente del Cabildo de Gran Canaria, con la imagen de insularista que está transmitiendo por méritos exclusivamente propios. Porque propia e intransferible ha sido su decisión de convertirse en abanderado de la campaña que el núcleo duro del empresariado grancanario emprendió hace unos pocos meses para tratar de posicionarse frente al Gobierno de Canarias haciendo los coros a José Manuel Soria. Este jueves, durante el acto institucional de honores y distinciones del Cabildo, Bravo dedicó una parte de su discurso a defenderse particularmente de nuestras criticas: “Personalmente, no voy a dar lecciones de canariedad, solidaridad y patriotismo a nadie, pero tampoco las acepto de nadie. Mi trayectoria personal como diputado constituyente con Suárez desde 1977, el haber sido ponente del Estatuto de Autonomía de Canarias y presidente de su Parlamento durante ocho años, me confiere título suficiente para que nadie dude de mi profundo sentido autonomista y mi exquisita sensibilidad con las islas menos pobladas”, (...) pero tengamos todos muy claro, y yo el primero, que la Autonomía de Canarias se basa, precisamente en un exquisito equilibrio, una capitalidad compartida y el olvido, para siempre, de pretendidas hegemonías de una sola isla sobre las demás“. Y es en ese giro víctimista, el de el quejío profundo por la ”hegemonía de una isla sobre las demás“ don vuelve a asomarle el plumero. Por cierto, Bravo ha recuperado los modales excluyente de Soria y ha vuelto a retirar la invitación institucional a ese acto al director de CANARIAS AHORA.