Analizando la dimisión de Hernández Lobo con cierta perspectiva, no parece que se haya precipitado ningún acontecimiento que invite a pensar que el presidente del Cabildo, José Miguel Bravo de Laguna, haya retomado contactos con Coalición Canaria para reconstruir ese pacto y pasar de 16 a 18 consejeros, o a 17 si solo fuera Hernández Lobo el tentado. El escenario es casi el mismo si no fuera porque Bravo ha vuelto a verificar, con el recelo con que viejo lobo de mar mira la calma chicha, el comportamiento de su socio del CCN, Juan Domínguez, que ya no se esconde para afirmar que el CCN en Gran Canaria es él y que piensa convertirse en república independiente de Nacho a poco le limiten su capacidad de movimientos. Domínguez, ya lo hemos dicho alguna vez, tiene mucho peligro porque ha pasado de ser un donnadie en la política a codearse no ya con las más altas instancias del PP y hasta de las pasarelas de la moda, sino también a ver cómo los exiguos ingresos del hogar se han multiplicado por cinco gracias a su puesto en el Cabildo y al de senadora que el pacto con los populares ha otorgado a su señora esposa de él. Se ha crecido una barbaridad en la errónea creencia de que esa fulgurante carrera política sustentada sobre una decisión de puro travestismo político va a durar toda la vida. Y que puede incluso a protagonizar más importantes empresas. Angelito.