Briganti debe tener mucho tiempo libre, y una vez agotadas sus estrategias de defensa, digamos que honrosas, se ha dedicado estos dos últimos años a tocar los perendengues a la gente que tiene cosas más importantes que hacer que atender sus pendejadas. Repartiendo anónimos por doquier bajo firmas extravagantes, creyó encontrar el Santo Grial cuando su compañero de imputación Jesús González, alias Chus el de La Caja, le pasó una penosa grabación en la que le escucha departiendo informalmente con su abogado en medio de un incómodo ruido producido por las mecedoras del Gabinete Literario de Las Palmas de Gran Canaria. En esa conversación, por lo que parece, el letrado, José María Aranda, expone a Chus la posibilidad de obtener beneficios procesales si colabora con la investigación. Un clavo ardiendo del que se agarra Briganti para montar con andamios de palillos de dientes una vulgar teoría de la conspiración, pretendidamente contra él, pero que viene muy bien no solo a los imputados, sino también al Partido Popular, al que tan cercanos se encuentran tanto el abogado/imputado Briganti como su enternecedor valedor Salvador Alba, y ambos en continuo contacto, cada cual seguramente por su cuenta, con el periodista de El Mundo Fernando Lázaro, activado por Pedro J. cada vez que Soria pide un favorcete. ¿El resultado? “Hay que ver cómo son estos rojetes de Jueces para la Democracia cuando investigan la corrupción del PP; hay que pararlos”.