Pero volviendo a la pendejada del día, esa de que tenemos que quedarnos aquí para que las cifras del turismo no se le vengan encima al ministro Soria. Hay argumentos para decirle que se vaya a pulpiar. Por ejemplo, el desbarajuste aéreo de este país, que no hay quien lo meta a viaje. Dos centenares de pasajeros del vuelo VY3000, de Vueling, que este miércoles tenía que hacer la ruta Barcelona-Gran Canaria a las 17.55 horas salió nada menos que con cuatro horas de retraso. Y no por un conflicto de controladores aéreos, que a esos parece haberlos domesticado un tal Pepiño Blanco, sino porque al avión no se le ocurrió nada mejor que sufrir un pinchazo cuando ya estaba en la cabecera de pista. Nada que objetar a una contingencia así, si no fuera por la odisea posterior, la misma de casi siempre: los pasajeros son desembarcados, se les da un ticket para un café y les anuncian que despegarán en una hora. Una hora, dos horas, tres horas? y el personal de tierra de la compañía, en plan generoso, remitiendo a los sufridos clientes a las pantallas, a las que habrían de permanecer atentos no fueran encima a perder el vuelo por despistados. ¿Mosquitos? Puede que no. Pero seguimos siendo unos carajos de la vela.