No hay color, como ustedes podrán comprender, pero hay que aprovechar las ocasiones en que los políticos se tiran los trastos para hacer las odiosas comparaciones entre quien acusa al otro de tiznar sin mirarse ni siquiera las manos y el supuestamente tiznado. Nos referimos, como ya habrán empezado a colegir, a ese portento de alcalde que tiene Las Palmas de Gran Canaria, Juan José Cardona, que ha decidido medir su talento, su talante y sus talegas con los mismos atributos políticos que presenta el alcalde de Agüimes, el histórico Antonio Morales. A cualquiera que se le ocurra preguntar por la trayectoria de Morales, incluso si el encuestado es del más conspicuo fondo de caldero del PP, obtendrá una respuesta inequívoca: es coherente y sobre todo honrado. Aspectos notables estos, sin duda, que no confluirían en la persona de Cardona si por él se preguntara. Aún con esos antecedentes, que el alcalde de Las Palmas de Gran Canaria no debería olvidar nunca, se ha atrevido a acusar a su homólogo de Agüimes de ser el inductor, autor o inspirador de que la isla de Gran Canaria no pueda contar de inmediato con una planta regasificadora modelo La Esfinge, lugar en el que por poco nos hincan una por las ocurrencias del inquilino del hotel Metropole. El alcalde capitalino ha soltado tremenda majadería olvidando unas cuantas cositas que quizás convendría repasar.