El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Lo que las crónicas no cuentan
Se acerca la recta final de uno de los macrojuicios más sonados de la historia judicial de Canarias, el del caso Kárate, y empieza a ser la hora de contar lo que las crónicas no cuentan, no vaya a ser que nos queramos hacer los sorprendidos cuando se dicte sentencia. La llamativa puesta en libertad de oficio de una de las acusadas, Ivonne González, sigue dando mucho que hablar en el foro, donde este lunes se acuñaba ya como propio el término indubio prorrateo: en caso de duda, no preguntes, espera que acabe el juicio y absuelves. O en versión sofisticada y libre, agrupémonos todos en la lucha final y jodámosle la instrucción a Parramón, que es un rojo irredento que ya vieron lo que le hizo al pobre José Antonio Martín. O algo parecido. El caso es que esa llamativa puesta en libertad ha hecho recordar episodios muy poco edificantes, como el protagonizado por el que será ponente de esta sentencia, el magistrado Salvador Alba, que no se escondía para afirmar, antes de que diera comienzo el juicio, que no lo veía claro (en presente: “yo no lo veo claro”). Las crónicas no han contado, por ejemplo, el tono inquisidor con el que se dirigió a las víctimas al comienzo del plenario, sometiéndolas a un tercer grado en el que más se pareció a un abogado defensor que a un miembro de un tribunal. No han contado cómo llegó a decir a esas doloridas víctimas que él en sus tiempos mozos fue judoka y que cambiaba de gimnasio cuando alguno no le gustaba (dijo “gustaba”, no “me violaban”). Tampoco han contado las crónicas todavía el abrazo en que ese magistrado se fundió la semana pasada, al término de tan mediático juicio, con el abogado Sergio Armario, que todavía no se explicaba qué había hecho tan bien para que le soltaran a su patrocinada unos minutos antes. Había mucha satisfacción en ese tribunal, manifestada también por expresiones jubilosas de otro de los tres magistrados, Carlos Vielba, que saludaba exultante con pulgar hacia arriba al mismo letrado al abandonar la sala de vistas. De Emilio Moya, el tercer juez, no se conoce ninguna extravagancia. De momento.
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