Acabó con muchas unanimidades y las incertidumbres justas y necesarias el III Congreso Nacional de Nueva Canarias, que refrendó a Román Rodríguez como su presidente una vez comprobado que a) no se presentó ninguna otra persona a tales honores, b) habría perdido el tiempo. Porque cualquiera que siga mínimamente la política canaria comprobará fácilmente que Román Rodríguez está ejerciendo de político con mayúsculas, de opositor cuando hay que opositar o de eficaz componedor cuando de lo que se trata de poner a la gente de acuerdo en asuntos que no resisten un pulso político. Los que saben de su cercanía a Paulino Rivero pueden contar cual es su grado de influencia, qué fue lo que opinó para que se arreglara el conflicto abierto por el cierre de la unidad de Cirugía Cardiaca Pediátrica del Materno, o como está aglutinando sensibilidades nacionalistas para que en 2015 no se produzca un auténtico cataclismo. Su nombre está cada día más presente en las quinielas de los que buscan un sustituto a Paulino Rivero, una vez acabe esta legislatura tan dramática. El último en pronunciarlo fue hace unos días en Lanzarote Manuel Hermoso, el primer presidente de Coalición Canaria que tuvo esta archipielágica ultraperiferia: “Denle la lleva del BOC a Román”, lo que dicho a dirigentes nacionalistas con la confluencia justa y necesaria a la que van a tener que llegar, es tanto como decir que sea él y no otro ni otra quien suceda a Paulino. Y sí, poniendo a salvo que en los tiempos que corren esas cosas no se pueden planificar con excesiva antelación, está claro que las dos principales fuerzas nacionalistas necesitan concluir y hacerlo bajo el liderazgo de alguien que sea creíble, que haya cometido los errores precisos para no volver a cometerlos y que en estos momentos esté en la brecha para ir colocando todas las piezas de manera precisa.