Hay imágenes que delatan a quienes las protagonizan. Y mucho más si se protagonizan premeditadamente, con alevosía, con notas de prensa anunciadoras y fotografías distribuidas por el conducto oficial. La de esta semana de Bravo de Laguna padre y Bravo de Laguna hijo firmando un convenio para un plan de inversiones del Cabildo en las medianías de Gran Canaria es de esas fotografías equiparables a los Santos Inocentes y la milana bonita, la memorable película que retrata a la perfección la España profunda del caciquismo y del poder ejercido con soberbia y descaro. Que padre e hijo se sienten a firmarse un convenio para repartir unas perritas no justificaría la menor crítica si no fuera porque se trata de perritas públicas y porque, y seguramente más importante, la escenita se pudo haber evitado tan solo con que el presidente de la Mancomunidad de Municipios de Medianías, Lucas Bravo de Laguna, hubiera cedido los honores a otro alcalde de la zona o que, en aplicación de la lógica más aplastante y las promesas electorales que formuló su padre en campaña, hubiera escogido uno de los dos puestos que ostenta, el de alcalde de Santa Brígida y el de consejero de Deportes del Cabildo de Gran Canaria. Porque su señor padre, José Miguel Bravo, prometió por la megabandera de Gran Canaria que ningún alcalde de su lista tendría dedicación exclusiva al Cabildo y el único que incumple es su hijo, mira tú qué cosas. También incumple Bravo su promesa de no inflar la nómina de directores, liberados, tiralevitas y asimilados. Como les adelantamos, ya fichó a José Mari Ponce como coordinador de Asuntos Sociales, y ya va camino de un nuevo enchufe del que les daremos la oportuna información cuando se produzca.