El Gobierno, en otra de sus espectaculares piruetas, va a inyectar en la entidad alrededor de 8.000 millones de euros por los que va a cobrar un interés cercano al 8%. El objetivo es sostener a la entidad y colaborar a su saneamiento, una empresa que se torna difícil o que al menos lo parecía en manos de este gurú venido a menos que es Rodrigo Rato. Un gurú, por cierto, de estrechísima amistad con José Manuel Soria, con quien comparte a menudo cena y largas sobremesas para instruirse mutuamente, el uno sobre su visión de la economía y el otro sobre su misión en la política, y ambos sobre cómo sacar tajada de ambas cosas juntas y revueltas. La salida accidentada de Rato de Bankia podría frustrar una forzada recolocación del ex ministro de Repsol, la compañía de bandera del ministro canario, la que tanto defiende y la que ahora le lleva volando por lo largo y ancho de este mundo.