El listón lo había puesto muy alto Paulino Rivero este mismo miércoles, cuando declaró que era necesaria una batería de “detenciones contundentes” en relación con los incendios forestales que, de manera particular, se ceban con la isla de La Gomera estos días. Una modalidad esa la de “detenciones contundentes” que no figuran en ningún manual policial, porque todas las detenciones son lo que son, detenciones, que pueden ser afortunadas o desafortunadas, con esposas o sin ellas, con aparato radioeléctrico o en la más estricta intimidad. Pero, ¿contundentes? Lo que quería decir Rivero, o al menos eso interpretamos algunos, es que hay cierto ambiente de frustración por la cada vez más extendida sospecha de que los fuegos son provocados y que los autores andan sueltos dando tumbos por los barrancos con la caja de fósforos en las manos. Las declaraciones del presidente canario son en sí mismas una necedad, porque es de suponer que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado detienen cuando tienen indicios de que el individuo o individua en cuestión es el pirómano presunto, y no con fines exclusivamente propagandísticos. Y detener a boleo para que el final el autor de los incendios siga ?mientras tanto- haciendo de las suyas solo puede conducir a más frustración y desánimo de los brigadistas y todo el personal dedicado a sofocar las llamas. Pero nunca pudo imaginar Paulino Rivero que su boutade pudiera ser superada por otra de mayor calibre con unas pocas horas de diferencia. La autora fue nuestra siempre admirada Mari Carmen Hernández Bento, delegada del Gobierno en Canarias.