Las contradicciones del comportamiento de Soria con las decisiones del Gobierno del que ahora forma parte son cada día más clamorosas. Este viernes coincidieron dos asuntos de vital importancia y connotaciones sorianas, la fiscalización previa de los presupuestos de las Comunidades Autónomas y la regulación del pago en metálico a partir de determinadas cantidades con el fin de luchar contra el fraude y la economía sumergida. Ya les hemos contado aquí cómo fue Soria quien, siendo consejero de Hacienda de Canarias, se cargó el control previo del gasto para aplicar una peligrosa y nociva suerte de fiscalizaciones aleatorias que, en el caso de detectar irregularidades, no servían absolutamente para nada. Que era de lo que se trataba. Releyendo este mismo jueves la segunda declaración de Soria ante la juez Margarita Varona, que lo investigó durante nueve meses para concluir que no cometió delito de cohecho impropio por el viaje del salmón y sus relaciones con el empresario Björn Lyng, hemos recordado aquella elocuente y peregrina versión sobre del pago en metálico de sus vacaciones en el lujoso complejo del empresario noruego: “Preguntado por la factura de 2004 por importe de 4,286,43, [Soria] manifiesta que hizo el pago en efectivo y que los importes que paga en efectivo se obtienen del cobro de dietas que cobra el declarante en efectivo o en talón, o bien los honorarios profesionales de su esposa, o por reintegros en cajeros automáticos...” Desgraciadamente, la Policía no encontró ni una sola pista que aclarara de dónde sacaba el señor ministro tanta cantidad de dinero en metálico. La juez aplicó la teoría de, en caso de duda, en favor del aforado.