A estas alturas es dudoso que Cristina Tavío pase a la historia de la política de Canarias por algo extraordinario. Pero es indiscutible que su nombre siempre estará asociado a la parte más cómica de la polémica del puerto de Granadilla, cuando hizo aquella proclama botánica sobre el daño que te hacen las sebas cuando te tropiezas con ellas ejerciendo de escuela de sirenas. Su torpeza para lidiar con la retórica le traiciona a menudo, y en su discusión con Ángela Mena volvió a aflorar su clamorosa falta de competencia verbal. Porque no había terminado de mentar la relación marital entre su contrincante y Paulino Rivero y ya estaba la esposa del presidente espetándole en los morros una frase mortal: “Yo no te digo a ti con quien te acuestas”, que en realidad tampoco estuvo bien pronunciada, porque lo que en realidad quería decir la concejala nacionalista es “yo no le digo al mundo con quién te acuestas”. Y ahí se terminó de armar, porque mientras Tavío trataba de escabullirse diciendo que Paulino Rivero miente a los canarios, Mena disparó hacia la intervención de Australia Navarro en el Parlamento que, según sostuvo, sonrojaba tanto a los parlamentarios del PP que no levantaban la cabeza de sus propias rodillas. La sangre no llegó finalmente al río, pero para la posteridad quedará ese momento glorioso de una concejala y dirigente del PP poniendo a parir a Cepsa por tener hecha “una jediondada” el Castillo Negro.