Llegó el momento menos deseado, el de meter mano a los trabajadores públicos canarios, el de adelgazar la Administración autonómica por la vía más dolorosa, la de los despidos. El Gobierno lo venía esquivando desde el primer momento, y de hecho lo ha conseguido con auténticas filigranas en colectivos tan numerosos y a su vez tan sensibilizados como la Educación, donde solo ha habido mengua por jubilaciones que no se cubren o ausencia de oposiciones, como ha ordenado el tal Wert. Pero los nuevos recortes que vienen acompañando a los Presupuestos del Estado para 2013 obligarán a rebajar la nómina para poder pagarla puntualmente. La situación no parece dejar margen para mucho, y cuando toca practicismo al consejero de Presidencia, que lo es por definición de Función Pública (uno de los marrones que se comió el PSOE a cambio de ceder los oropeles) deja que le salga la vena tecnócrata que le ha permitido ser brillante en algunas ocasiones. Porque si hay alguien en Canarias que conoce bien la Administración por dentro ese es, desde luego, Francisco Hernández Spínola, que lleva ya un tiempo adiestrando a sus compañeros de Gobierno para que comprendan que una cosa es aguantar el tirón y otra bien distinta es suicidarse.