11 de febrero de 2009. Mariano Rajoy y toda la cúpula del Partido Popular comparece ante la prensa al término de un comité ejecutivo nacional para proclamar que el escándalo de Gürtel “no es una campaña del Partido Popular, es una campaña contra el Partido Popular”. Acababan de publicarse las primeras informaciones referidas a las investigaciones iniciales del juez Baltasar Garzón, al que por reparto cayó la causa en la Audiencia Nacional, y tocaba despejar balones fuera y desentenderse de cualquier tipo de responsabilidad. Como a aquellas alturas era imposible conocer el alcance del escándalo, quiénes estaban implicados y si aquello llegaría a afectar a las finanzas del Partido Popular, Rajoy optó por el atajo de siempre: acusó a jueces, policías y periodistas de haber montado una campaña de descrédito con el aliento del Partido Socialista. Nada nuevo bajo el sol si no fuera porque el presidente del PP hizo un anuncio más: acusó al juez Garzón de socialista y anunció que lo recusaría.