Cuando Soria llegue a Madrid después del 20 de noviembre y se instale en la Carrera de San Jerónimo empezará dejar de hablar de oídas y a probar otros modales. Lo que vemos en la televisión cuando los líderes de los partidos políticos se zurran en acalorados debates sólo se sostiene porque las formas, en el fondo, están pactadas, pero por regla general se respetan unas normas no escritas que permiten que se sostenga ese curioso sistema de pesas y balanzas. Y una de las normas no escritas es que no se puede engañar al rival político, que cuando se pacta una cosa hay que llevarlo todo hasta el final, salvo catástrofe natural que lo impida. Otra cosa son los desacuerdos de partida. Si el PP y el PSOE no se ponen de acuerdo en algo, también eso llega hasta sus últimas consecuencias hasta que una de las partes ceda. Pero cuando hay pacto basta un apretón de manos. De ahí que para Soria supondrá un cambio drástico y hasta traumático en su comportamiento político tener que cumplir con la palabra dada. No como ha hecho por aquí secularmente, o como le acaba de hacer a Jerónimo Saavedra. El ex alcalde le telefoneó antes de que su nombre fuera oficialmente propuesto para Diputado del Común. Quería Saavedra que no hubiera polémicas y empezar su andadura en una institución neutral sin votos en contra en el Parlamento. Soria le aseguró el respaldo del PP que ya ven por dónde va sin que se sepa hasta dónde llegará la trifulca. Australia Navarro sacó este domingo otro comunicado firmado por ella pero escrito por el Campanu.