En este escenario, José Miguel Pérez consiguió con no pocos esfuerzos resultar reelegido este fin de semana secretario general del Partido Socialista Canario. Siempre hemos destacado como virtud de Pérez algo que sus críticos le reprochan: su mutismo. Y lo explicamos con un ejemplo muy gráfico: The Artist ganó cinco Oscar y es muda; cierto es que carece (o carecía) de guión, pero en los tiempos que corren tener un guión y seguirlo a rajatabla entraña un peligro inmenso. Con ese mutismo, con esa silente gestión, Pérez ha conseguido colocar al PSOE canario en la mayor cuota de poder que hasta ahora se recordaba, en casi todas las islas menos en Gran Canaria, la suya de él. El caso más paradigmático de poder en los tiempos del cólera lo tiene el PSC en Tenerife, donde gobierna en una inmensa mayoría de Ayuntamientos incluyendo La Laguna, Santa Cruz y el Cabildo. Jamás hubo tanto poder en la isla de las gestoras. Impensable tras los sonoros batacazos. Pero a José Miguel Pérez lo discuten las bases por su escasa cintura para para la vida orgánica y por haber delegado ésta en manos de personas con un nivel de fiabilidad al menos discutible. En Gran Canaria, uno de sus teóricos fieles, Chano Franquis, se la jugó en los meses previos al congreso y ha acabado por hacerle un siete. Pero el derrotado ha sido el propietario de la Agrupación Local de Las Palmas de Gran Canaria, que desaparece de la Ejecutiva Regional justo en el momento en el que reclamaba convertirse en su portavoz, en su cara ante la opinión pública, crecido tras haberlo hecho en el Ayuntamiento de Jerónimo Saavedra, cantando hasta el final, como tocaban los músicos del Titanic. Veremos cuál es a partir de ahora su futuro, el que le envolvió en celofán José Miguel Pérez haciéndolo diputado nacional para que tuviera sueldo con el que liberarse para conspirar. Cría cuervos?