Un “pijo ácrata”; unas leyes para ser violadas, “como las mujeres”; una Defensora del Pueblo que confunde el tiro? están en su salsa, relajados, sin corsés mentales que limiten la capacidad para expresar lo que llevan dentro. La crisis económica ha pasado a formar parte del paisaje habitual y los electores parecen perdonar lo imperdonable, la devastación del Estado del Bienestar y de los derechos fundamentales de los ciudadanos, desde la libertad de expresión al derecho a reunirse libremente, a diez, veinte o cien metros del Congreso de los Diputados. Con el personal verdaderamente acojonado, toca sacar el verdadero programa electoral, la involución ideológica. Por eso Cristina Cifuentes habla de “modular” (dividir en módulos, por lo tanto, restringir, recortar) el derecho constitucional a manifestarse libremente, que solo tiene como límites la integridad física del prójimo y los bienes comunales. Por eso, también, Rafael Hernando llama “pijo ácrata” a un juez que solo se equivocó al hacerse eco del clamor ciudadano que habla de hastío, que está hasta los mismísimos cojones de la clase política. Por eso, a mayor abundamiento, la Defensora del Pueblo dice plantearse actuar de oficio contra el juez que desobedeció la orden del Ministerio del Interior de aplicar un castigo ejemplar a los manifestantes del 25-S. Por eso, finalmente, el presidente de una escondida comisión de españoles en el quinto pino saca lo mejor de su catálogo ideológico y dice que las leyes, como las mujeres, están para violarlas. A ese elevado y sagrado cometido, efectivamente, lleva dedicándose un amplio sector del PP de unos años a esta parte.