Van camino de convertirse en los más emblemáticos despechados de la política, en el dúo Pimpinela de la gestión pública canaria, en los más devotos seguidores de la exigencia de devolución del rosario de la madre, que es sagrada, y quédate con todo lo demás. Les hablamos de Javier Sánchez-Simón, ex presidente de la Autoridad Portuaria de Las Palmas, y de su sucesor, Luis Ibarra. Nunca una sucesión en ese puesto había acarreado tanta controversia pública, ocasionada por los dos, no hay duda. El primero porque no parece resignarse a su nueva condición de político sin destino, a su regreso a la plaza en propiedad que tiene como inspector de la Agencia Tributaria y de profesor asociado de Derecho Tributario en la ULPGC. Y el otro, Luis Ibarra, porque no para de descubrir cadáveres en el armario que le animan a bajar de los altares a medio santoral cada vez que se acuerda de su predecesor. Y es cierto que Sánchez-Simón le da sus motivos, como que lo provoca. Por ejemplo, puede entenderse como una provocación el almuerzo que sostuvo este martes en el restaurante El Novillo Precoz, de la calle Portugal, con Lázaro Lemes, capataz de Líneas Armas, y con Miguel Rodríguez, presidente de los estibadores de La Luz. Y la provocación se torna mosqueo cuando esa misma tarde se produce un conflicto entre los estibadores y la naviera Armas en el puerto de Puerto Cabras (Fuerteventura). Posiblemente no tenga nada que ver un acontecimiento con el otro; y ya sabemos ya que cada cual come con quien le da la gana. Pero nos gusta fomentar el cariño verdadero, qué le vamos a hacer.