La situación de orfandad mediática en la que aseguran estarse moviendo los socialistas conejeros no es tal. La inmensa mayoría de los medios informativos de Lanzarote actuaban con normalidad ante esa fuerza política y ante sus cargos públicos y orgánicos. Cierto es que, por norma general, quien maneja el presupuesto público, gracias al cual se mantienen muchos medios informativos locales, acostumbra a tener más calorcito, y hace un tiempo, precisamente desde que estalló la trama de Unión, el PSOE no toca poder de modo protagónico. Donde verdaderamente ha estado cortocircuitada la interlocución es con la clase empresarial conejera, muy molesta por las denuncias de corrupción y, sobre todo, por el resultado de éstas: muchas componendas, muchos modos de operar, se vinieron abajo y, lo que es peor, casi una veintena de establecimientos turísticos están amenazados -bien total o bien parcialmente- con ese final. Y hay cosas que un empresario no está dispuesto a perdonar, ni siquiera por respeto a la legalidad vigente. Resulta que uno de los empresarios más ofendidos es Juan Francisco Rosa, y resulta también que Rosa posee el control sobre uno de los grupos de comunicación más implantados que hay en Lanzarote, el Grupo Lancelot. El poderoso empresario, que anda imputado también en alguna que otra trama o subtrama corrupta, es máximo accionista de Lancelot TV, y es esa tele, con su correspondiente reflejo en Internet y en el semanario Lancelot, la que ha capitaneado el “clamor” reclamando la dimisión de Carlos Espino. Los “barones” han bailado al son de ese flautista.