La justicia, de nuevo en el alero. La iniciativa del magistrado Salvador Alba, de la conservadora Asociación Profesional de la Magistratura (APM), de denunciar arbitrariedades en el nombramiento de jueces sustitutos en los juzgados de Canarias parece quedarse en fuego fatuo. Ni está tan respaldado por sus compañeros de asociación ni parece que este nuevo intento de enturbiar la gestión del presidente del Tribunal Superior de Justicia vaya a tener más recorrido que el que ya ha tenido en los despachos de los políticos del PP que han de decidir muy pronto a quién proponen para relevar a Antonio Castro Feliciano, el destinatario evidente de estas duras y poco fundadas acusaciones. Salvador Alba parece haber actuado por su cuenta y riesgo, quizás haya consultado a algunos compañeros, que ante la contrastada hiperactividad que siempre ha caracterizado a este juez, hayan asentido y dejado hacer. Y Alba, que este lunes ante los micrófonos de CANARIAS AHORA RADIO no quiso confirmar su candidatura a presidir el TSJC, consideró que tenía el camino expedito para hacer lo que ha hecho, un daño innecesario e injusto a su propio gremio. Y, en definitiva, un daño a sí mismo.