La crisis va a poder con todo y se va a llevar por delante principios que parecían inamovibles. La conferencia de Soria dio algunas pistas. Por ejemplo, su visión de que el turismo sea el motor que reactive la economía española conllevaría, según dijo, que normas hasta ahora sagradas como la Ley de Costas se suavicen hasta acabar con las tiranteces urbanísticas y permitir una mejora de la planta turística española que no es más que el anuncio de que van a autorizarse actuaciones que nos recordarán mucho a Benidorm y al desarrollismo de los 70. Unan eso a su histórico empeño de que se reduzcan los controles de las administraciones sobre el urbanismo, como hizo reclamando la desaparición de la Comisión de Ordenación del Territorio de Canarias, la Cotmac, y a la facilidad que tiene para declarar de interés general las operaciones urbanísticas de los que le invitan a ir de vacaciones, y ya tienen ustedes la inmensa involución que está dibujando en su cabeza el ministro canario. En su intento por suavizar sus mentiras, las que hablaban de 50 kilómetros de distancia entre las explotaciones petrolíferas y Canarias, ayer metió diez kilómetros más de por medio, hasta los 60, según dice que le dijo el presidente de Repsol. Y volvió a invocar el 30% de desempleo que sufren las islas para imponer su criterio de que con el petróleo vamos a salir de la miseria. Llama poderosamente la atención que quien tiene que velar por el futuro del turismo diga que eso es diversificación económica. El primer escape de crudo nos diversificará hacia la misma ruina. Nos acabaremos comiendo el petróleo.