¿Pulpo? Pueden ustedes llamarle pulpo. Incluso pueden llamarle chiquero, pocilga, sentina, retrete, sumidero... Pero no lo pueden llamar cohecho porque la magistrada que instruye el caso de Las Teresitas, Carla Bellini, ha decretado el sobreseimiento provisional de ese delito para un amplio grupo de imputados en la causa. Está probado un fulgurante enriquecimiento de algunos de los personajes en presencia, en particular Miguel Zerolo, que vive a cuerpo de rey sin tocar un solo euro de sus cuentas bancarias en 28 meses. Está probado que hay movimientos de dinero unas veces para blanquearlo y otras para ennegrecerlo, inmensas cantidades de dinero que quitarían el hipo a cualquiera y resolverían a una ciudad como Santa Cruz de Tenerife muchos de los problemas sociales que padece. Está probado que salió dinero hacia paraísos fiscales o hacia atractivos productos financieros localizados fuera de España, y está probado que se realizaron importantes operaciones inmobiliarias con dinero que no podía provenir de los naturales y honrados recursos de sus protagonistas. Todo eso está probado en el núcleo duro de los imputados, pero lo que no está probado es que esas cantidades procedieran de los dos empresarios que se beneficiaron del pelotazo de Las Teresitas porque, queridísimos, a ninguno de ellos lo descubrió la Policía en la grosera y barriobajera acción de entregar un maletín a sus sobornados. O sea, que no está probado el cohecho propio o activo. Cabe recurso, y en eso dice que están ya metidos a fondo los abogados de Justicia y Sociedad.