El balance no puede ser más elocuente y descorazonador. En menos de dos meses como ministro, José Manuel Soria ha echado por tierra aquel impagable piropo con el que le obsequió el presidente de la patronal de la provincia de Las Palmas, Sebastián Grisaleña: “Nos ha tocado la lotería”. Al jefe de los empresarios le parecía, y seguramente se lo seguirá pareciendo, que resulta muy ventajoso para Canarias tener un ministro sentado cerquita de Rajoy barriendo para casa en aspectos tan decisivos para las Islas que son de su directa competencia, nada menos que el turismo y la energía. La lotería que decía Grisaleña que nos ha tocado en nada se parece ya a la de otros afortunados jugadores como Miguel Zerolo y se acerca ya peligrosamente a la consideración de reintegro, de mísero reintegro, pero camino de convertirse en una inversión ruinosa. Las decisiones firmes de las que les hemos hablado estos últimos días se confirman, y ya podemos sostener que Soria ha borrado de un plumazo dos asuntos estratégicos para el futuro turístico y energético de Canarias, las bonificaciones aéreas y las primas para las energías renovables. Si los datos oficiales no son erróneos, con la pérdida de las primeras se pone en riesgo ese millón y medio de turistas que han llegado a Canarias gracias a esas ventajas, y con la pérdida de las renovables, se desbarata una inversión prevista inmediata de 600 millones de euros y la creación de unos 6.000 nuevos puestos de trabajo. Los expertos no se explican estas decisiones de Soria que perjudican tan gravemente a su tierra.