Con el retraso habitual, el Tribunal Superior de Justicia de Canarias juzgará este 2012 el caso Eolo, en el que aparece como principal encartado el que fuera director general de Industria en la etapa de Luis Soria, Celso Perdomo, al que se acusa de traficar con las bases del concurso eólico de 2004 a cambio de unas cantidades de dinero. Junto a él aparece acusado un funcionario de la consejería, algún que otro empresario de segunda fila y un abogado canario afincado en Madrid que no ceja en su empeño de descalificar la instrucción buscando las cosquillas al juez instructor. Pero ésa es una historia sobre la que abundaremos en el momento procesal oportuno, que hoy vamos por setas, no por Rolex. Mientras Perdomo distribuía por mail las bases del concurso a quien le apetecía, el consejero Luis Soria se entretenía comentándolas en el lujoso spa del hotel Santa Catalina o directamente en su despacho, donde recibió sin miramientos de ningún tipo solo a selectos empresarios interesados en el negocio eólico. Uno de esos empresarios selectos fue el cuñado de un vocal del Consejo General del Poder Judicial, José Merino, que reconoció a este periódico haber intercedido en una cena ante Luis Soria para que celebrara tal reunión. El otro empresario selecto que fue recibido por Luis Soria con el fin de prepararle un suculento negocio en el Puerto de Arinaga fue Javier Esquivel, propietario de un chalet en el que habitaba en versión gratis el hermano del consejero, José Manuel Soria, a la sazón presidente del Cabildo con competencias directas en el desarrollo del concurso eólico, en otorgar la concesión de Arinaga y en desactivar la pretensión de una empresa publica perteneciente a aquella institución -Megaturbinas de Arinaga- que había pedido lo mismo que quería el dilecto empresario. Todo estaba listo, todo atado y bien atado, hasta que una sentencia judicial anuló el concurso por graves anomalías administrativas y se vino abajo el negocio.