Las cruzadas memas tienen esas cosas. Que lo mismo un día metes a tus abogados en un berenjenal sin fin y al siguiente te equivocas de apellidos y confundes Mena con Reverón, las churras con las merinas o el culo con la calva. O algo así. Ya se habrán enterado de que un juzgado de Primera Instancia de Santa Cruz de Tenerife le ha dicho con cierta retranca a los abogados de don Pepito que un diputado, sea presidente del Gobierno o Víctor Moreno, tiene un aforamiento, y que si las injurias o intromisiones que se quieren resarcir se profieren en el ejercicio de ese cargo, es el Tribunal Superior de Justicia de Canarias quien tiene que tramitarlas. No culpamos a los abogados del dueño de El Día de este nuevo y apoteósico patinazo, con doble salto mortal (porque van y recurren, los notas) sino al cliente en sí, que es un majadero de armas tomar al que seguramente le estarán sacando unas suculentas minutas. La cruzada de don Pepito contra Paulino Rivero, que a veces adquiere connotaciones ciertamente cómicas, lleva al editor más dicharachero de Barrio Sésamo al ridículo más espantoso. Lo malo es que en ocasiones arrastra con él a los periodistas de la redacción, algunos de los cuales no comulgan ni con las piedras de molino de la propiedad ni con los aspavientos engominados de la dirección, que se contagia peligrosamente del delirio. Hace unos días, metidos en faena hasta las trancas, titularon en portada que Ángela Mena, esposa de Paulino Rivero y concejala de Santa Cruz de Tenerife, había adquirido en el mandato anterior 100.000 euros en preferentes. La leña que se llevaba la doña era de agárrate y no te menees, porque al escándalo de meter dinero de pisos sociales en ese producto bancario tan tóxico se unía la batería de noticias sobre necesidades sociales en la misma capital. Al día siguiente al periódico no le quedó más remedio que recular, muy al estilo de la casa: recular ma non troppo, porque si bien se decía que la que había metido el dinero en preferentes no fue Mena, a la concejala que en realidad lo hizo se la dejaba ir de rositas. Porque sí, queridísimos, no fue Ángela Mena la de los 100.000 euros en preferentes, sino que ese dispendio lo cometió Luz Reverón, del Partido Popular, el partido nacionalista español al que don Pepito se aferra como la gran esperanza para el soberanismo canario (está bonito, este). Reverón, que sigue sin dimitir a pesar de las acusaciones que pesan sobre ella, se relaja en La Gomera como directora insular de la Administración del Estado, es decir, delegada del Gobierno en los dominios de Casimiro Curbelo. ¿Alguien ha pedido su dimisión desde el periódico de don José por meter 100.000 euros en preferentes? ¿Alguien ha pedido su deportación a un gulag? Quedamos a la escucha, cambio.