En su propio pecado lleva la penitencia Juan José Cardona. La imagen de persona cercana, afable, contraria a los comportamientos que siempre criticó en José Manuel Soria cuando estuvo a su servicio, se ha transformado en la de un dirigente hosco, mal amañado, crispado y propenso a la discusión como si de un buscapleitos de taberna se tratara. Un debate sobre el Plan de Cooperación con el Cabildo de Gran Canaria que su concejal de Urbanismo, un correctísimo Martín Muñoz, llevaba con guante blanco junto a la portavoz socialista, Isabel Mena, concluyó de manera áspera por el empeño del alcalde en crispar. Muñoz pidió disculpas por las urgencias, que la concejala socialista excusó y apoyó, y hasta hubo acuerdo entre ambos en la necesidad de invertir más en determinados barrios de la ciudad que aún sufren deficiencias como falta de alcantarillado, aceras, asfaltado o agua corriente. El debate había concluido sin víctimas y cuando todo hacía pensar que se pasaría al siguiente asunto, tomó la palabra el alcalde para, en un tono agrio impropio del cargo y de lo que representa, lanzarse a recriminar a la portavoz socialista que esas obras que reclamaba no las hubiera hecho el PSOE en los cuatro años del anterior mandato.