Muy poco ha tardado Corrales en ganarse el odio de sus nuevos compañeros de viaje. O no tan nuevos, que todos se conocían de antes cuando iniciaron ese proyecto de tan sonoro nombre como es X Tenerife, en alianza con Izquierda Unida y otras formaciones progresistas que apenas han llegado a sacar la cabeza en medio de la generalizada debacle provocada por esas peleas fratricidas de siempre y la avalancha pepera de mayo y noviembre pasados. Corrales es un verso suelto, una mosca cojonera, un ególatra indomable que no atiende a la escasa disciplina que trata de imponer un desbordado Ignacio Viciana. Ambos encarnan a la perfección la gran frustración de la diseminada izquierda y no hacen otra cosa que provocar en los votantes progresistas más que desconcierto y desazón. Votos y votos depositados para encontrar una alternativa al PSOE se convierten en más de lo mismo. O en peor de lo mismo.