Quizás a su señoría le vino a la cabeza ese estribillo tan infantil durante el juicio del pasado día 2, cuando presenció en una sala de vistas del Palacio de Justicia de Santa Cruz de Tenerife la escenificación de un auténtico sainete en el que un señor respetable, un prócer de la isla, hasta entonces conocido por todos como don Pepito (con perdón), clamaba por su honor con tan sólidos argumentos como que él no había dado permiso al demandado a llamarle así. Y claro, con la cancioncilla dándole vueltas a la cabeza debió salir su señoría de la sala de vistas; con la copla rondándole volvió al día siguiente a trabajar, y así hasta que se sentó a redactar la sentencia, cuyo encabezado estaba absolutamente cantado: “Hola don Pepito; hola don José”. Pero había que adaptar esos profundos versos a las circunstancias. No podía ser que una sentencia mortificara todavía más al demandante, lo que hacía descartar el “hola don Pepito; hola don José”. Así que, como hacen los malos periodistas que tienen un buen titular pero una birria de noticia, su señoría dio la vuelta a la canción y colocó el adiós por delante del don Pepito (con perdón) y comprobó que quedaba bonito si le seguía un “hola don José”.