Ninguna de las decenas de empresas perjudicadas por el resultado del concurso de radios había ido tan lejos en la muy lícita defensa de sus intereses que El Día. A lo más, retirarle el saludo y los micros a Paulino Rivero e interponer contenciosos a discreción. Don Pepito, sin embargo, quiere sangre, y ya le basta con la acción de la fiscal Farnés, que puesta en relación con otros sucesos y salpimentándola con algún invento de los Sanchopanzas, va a dar mucho juego hasta que la querella se archive. Si se fijan, el intrépido editorialista habla de tráfico de influencias por cambiar unas bases y solo nombra a un beneficiado, Miguel Concepción, como si fuera el único que propuso tarot, chistes o boletines de media hora. No. De lo que se trata realmente es de poner a Paulino Rivero en un apuro porque todo el mundo en Tenerife sabe de la estrecha relación que le une con el presidente del Tenerife. Y se trata de enturbiar la imagen del presidente en esa isla, aun a costa de falsedades.