Mariano Rajoy confesó que ha tomado decisiones que no han sido de su agrado, que comprende que haya personas que las critiquen, pero que está absolutamente encantado con la reforma laboral porque, según recalcó, ha impedido expedientes de regulación de empleo (ERES) y ha posibilitado que empresas y trabajadores negocien. Exactamente lo contrario de lo que propicia y consigue la nueva legislación laboral, que proscribe la negociación e impone regulaciones salvajes sin más explicaciones que una previsión de pérdidas por parte de la empresa. Fue esa pregunta sobre la reforma laboral, formulada por la periodista de El País, Anabel Díez, la que quizás se acercó más a un reproche por los ataques al Estado del Bienestar. Una pregunta que desagradó claramente al presidente, que personalizó en la profesional su respuesta: “comprendo que a usted no le guste”, lo que en absoluto venía a cuento. El resto de cuestiones giraron excesivamente alrededor de un rescate que está cantado pero que el Gobierno pospondrá al día siguiente de las elecciones gallegas y vascas, como hizo con la primera andanada de serruchazos, llegada tras las elecciones andaluzas. La moderadora, María Casado, se guardó para el final una pregunta con todo el sabor institucional: “¿Le preocupa que algunos (sic) ciudadanos no entiendan estas medidas?” (¿Algunos? Las últimas encuestas hablan de un rechazo de 6 de cada 10 votantes del PP). Fue quizás una de las respuestas mejor elaboradas del entrevistado. Pero a Casado le superó en el peloteo final con tirabuzón el representante de ABC, que se coló en el minuto basura para preguntar si el excelentísimo señor presidente se manifestaría contra un Gobierno que tome estas mismas medidas. Han vuelto a desempolvar el palio. Solo falta traerse para estas ocasiones el botafumeiro de la catedral de Santiago. Sin el códice, hagan el favor.