Ignacio González no cesa de proclamar su lealtad al pacto de su socio electoral, CC, con el PSOE, al tiempo que se regocija indisimuladamente de su futuro al calorcito del éxito electoral del PP. Su último comunicado fue de respaldo a los presupuestos autonómicos en un intento seguramente infructuoso de parecer indio bueno cuando se consume su expulsión definitiva del nacionalismo canario y su regreso a la casa de la derecha canaria auténtica y ampliada, de donde nunca debió haber salido. Se llevará en su equipo a otro valor conservador hasta ahora ejerciendo sin ganas de nacionalista, Benito Codina, y a un histórico del centrismo, del nacionalismo y de todos los ismos que quieran, Lorenzo Olarte, al que han vuelto a prometer un futuro estable y digno. En auxilio de los grupos parlamentarios que sustentan al Gobierno acudirá el líder de Nueva Canarias, Román Rodríguez, que ya se ofreció a los dirigentes nacionalistas y socialistas para garantizarles por lo menos la renovación de los órganos institucionales, enquistados desde hace una década. Rodríguez no pedirá mucho, a pesar del valor que está teniendo su providencial reconciliación con CC y su indisimulado cabreo por haber perdido la posibilidad de cogobernar en el Cabildo de Gran Canaria por culpa de Bañolas y de un atolondrado CCN, que se entregó al PP junto al CCN la misma noche electoral de mayo.