No se está quieto José Miguel Bravo de Laguna ni cuando el termómetro se acerca peligrosamente a los 30 grados a la sombra. Preside el Cabildo con más crisis de gobierno de toda la historia de la Corporación, tres en trece meses, y mucho nos tememos que habrá alguna otra antes de que termine el actual mandato, en 2015. La de esta semana no ha afectado, por primera vez, a los socios tránsfugas que sostienen al PP al frente de la primera corporación de Gran Canaria, y ha ido especialmente destinada a remover a un consejero cuya eficacia no estaba a la altura de las exigencias de un presidente así, y de paso, a afinar un poco los cometidos de una mujer dura, Rosa Rodríguez, que tiene la extraña habilidad de cabrear a todo el mundo, propios y extraños. Francisco Santana, el defenestrado consejero de Asuntos Sociales, pasa a ocuparse de las aguas (un tsunami apabullante, como saben) y abandona una de las carteras mejor dotadas (100 millones de euros), que el presidente Bravo coloca en manos de una mujer con la sensibilidad a la altura de cualquiera de sus estilizados tacones. Hacía mucho tiempo que Santana tropezaba con su propia incapacidad para dirigir un departamento así, y hasta los asesores que le impusieron le movieron la silla sin piedad. No tiene suerte dentro del PP, que no lo considera lo suficiente, lo que nos conduce a recomendarle, irremediablemente, que deje la política o se pase al CCN. Bueno, mejor que deje la política.