La concejala de Limpieza de Las Palmas de Gran Canaria, Carmen Guerra, y la gerente del servicio, Cristina Reyes, siguen con sus tira y afloja, con las tiranteces propias de un torbellino político (la primera) y con el lastre de estar donde está por ser cuñada del alcalde (la segunda). Estiran la cuerda de la gestión hasta llevarla al punto de la práctica rotura, con especial desprecio por los barrios ajenos a la zona noble hasta ver cuál de las dos demuestra tener más redaños. Mientras, claro, la casa sin barrer, o al menos sin barrer con fundamento. La empresa concesionaria del servicio, FCC, anda también a dos manos, dándole a la escoba y al vinilo en la rotulación de la maquinaria para el campañón de imagen que se quiere dar el Gobierno municipal en aplicación de la tradición que dice que las ineptitudes políticas se pueden tapar con publicidad y propaganda al más puro estilo chavista. Hay camiones que, como el de la imagen, salen de las cocheras sin distintivo de ningún tipo, mientras otros lo hacen tapados con lonas para que no se vea la sorpresa que nos deparan nuestras dignísimas autoridades. Dicen que la respuesta está al caer, en cuanto llegue el 1 de marzo.