Todavía anda Coalición Canaria mascando el sabor de la traición que sufrió en el Cabildo de manos de su levantisco socio del CCN, lo que sin duda lleva a sus dirigentes a evitar tararear los cantos de sirena y las insinuaciones que llegan desde la bancada del PP. Está confirmado que acercamiento hubo el pasado diciembre a Hernández Lobo y que lo tentaron con lo que más puede con un político: abandonar la oposición, tener poder y colocar a sus más allegados, frustrados prematuramente al romperse con dolor aquel acuerdo de inicio de legislatura. El conchabo no cuajó sin embargo, y es aquí cuando se bifurcan las versiones, porque mientras en el PP dicen que Bravo de Laguna no quiso cargar con otro tránsfuga en el punto final de su carrera política, en Coalición sonríen al recordar la cara que se le puso al presidente cuando se le advirtió que otra tocada de narices de cierto calibre pondría a todos los nacionalistas de Telde a empujar a Mari Carmen Castellano fuera de la alcaldía de la segunda ciudad de la isla. Toda resistencia numantina tiene sin embargo sus fisuras, y la resume a la perfección un dirigente de CC: “Salvo que nos den el oro y el moro”, que en el caso que nos ocupa viene siendo incluso la cabeza de Juan Domínguez, ese contorsionista de la política con fecha de caducidad máxima dentro de tres años y medio, si antes no termina con la paciencia del PP. El CCN ha estrenado ya el miedo a perderlo todo una vez confirmado que Fernando Bañolas ha recuperado el control de Coalición Canaria hasta el punto de someter a Hernández Lobo a la disciplina que nunca debió abandonar cuando disipó alegremente su voto. Porque la ausencia de este consejero en el último pleno fue orden directa de su organización, que no lo quería exponer a la contradicción de votar en contra algo sobre lo que antes se había abstenido.