Hay datos que, sin embargo, parecen incontestables. Bajo la presidencia portuaria de Sánchez-Simón llegaron al Puerto de La Luz mucho más cruceros que nunca, un turismo que está alegrando, aunque sólo sea para compensar otras fugas, la precaria industria turística de Las Palmas de Gran Canaria. Pero, por contra, han arribado al recinto muchos menos contenedores, un tráfico que siendo menos estético y espectacular, genera un importante valor económico y estratégico a la isla. También ha sido el mandato de algunas fantasías simonianas, como aquella de reparar los jack-ups ninguno de los cuales ha acusado recibo. En los ambientes portuarios se respira no obstante tranquilidad porque se aplica el sabio adagio de “a conejo dío palos a la madriguera”, pero algunos manifiestan la injusticia de tener que haberse fumado aquella cierta reputación. Siempre se le reconocerá por su pública deslealtad hacia su jefe de filas local, José Manuel Soria, del que jamás se habían escuchado tantas diatribas en el recinto portuario, y hasta llegó a proclamar, por las calendas del famoso congreso del PP en Valencia, que estaba “bien colocado en Madrid como para ser ministro de Economía y Hacienda”. Quizás aguantó demasiado tiempo al otro lado de la fuerza.