El Grupo Anfi, efectivamente, tiene que responder a una deuda que ya alcanza los 14 millones de euros contraída en su día con una de las familias originales propietarias del barranco donde se asienta Anfi Tauro. La deuda de los Cárdenes fue comprada en su momento por el Grupo Lopesan, que ahora exige ante los tribunales que se le pague, so pena de levantar por los aires hasta cuatro hoyos del lujoso campo de golf de la urbanización, además de otros efectos colaterales que quebrarían por completo el proyecto del viejo Lyng. Lopesan ha jugado con astucia, de eso no parece caber duda, porque puede conseguir el dinero o comprar el 50% de los Lyng si su adversario íntimo, Santana Cazorla, cede la acción de oro y el control. Pero tampoco hay duda de que al grupo que preside Eustasio López no se le puede ofrecer intervenir en un negocio donde sea un convidado de piedra, especialmente si el que lleva la voz cantante es de esa raza de empresarios cuyo estilo no es precisamente el llamado a triunfar. Ante ese pulso de dos grandes del turismo ?uno más grande que el otro, no hay duda- solo cabe esperar un acuerdo satisfactorio que se salde con el desarrollo de Anfi Tauro dentro de la legalidad urbanística vigente y aplicando los más elevados estándares de calidad y de excelencia turística, cuestiones que a Santana Cazorla le son mucho más ajenas que al Grupo Lopesan. Saldremos ganando todos, porque un turismo de calidad es el futuro.