Vergüenza les debería dar. La Justicia española vive momentos sumamente bochornosos con sentencias incomprensibles y procesamientos sumarísimos siempre en contra de la decencia y en favor de la corrupción. Una mujer canaria de 75 años, valiente pero temerosa de la Justicia de los hombres, hizo que este miércoles su voz temblara a la vez que muchas conciencias propiedad de quienes la escucharon en la Sala Segunda del Supremo, donde declaró como testigo de Baltasar Garzón en la causa que se sigue contra él por investigar los crímenes del franquismo. Pino Sosa dijo lo que quiso decir y el presidente del tribunal, Carlos Granados, en un gesto que en parte, sólo en parte, compensa tanta desfachatez del Supremo, le permitió que lo hiciera aún a pesar de la acusación particular, el pseudo sindicato Manos Limpias, que por primera vez en esta causa encuentra un obstáculo en su camino hacia la condena de Garzón. Pino Sosa es un ejemplo de lucha, de tenacidad, de irreductible humildad, pero de una exigencia moral capaz incluso de resquebrajar los invisibles muros de la injusticia que impiden que su empeño y el de miles de españoles pueda seguir adelante. El franquismo sigue campando a sus anchas en España y está a punto de conseguir su propósito de que en los legajos oficiales solo se hable bien de él, que la única sentencia de la democracia que pueda referirse al paso criminal del dictador sea la de la condena al juez que trató de investigar los crímenes contra la humanidad cometidos bajo su régimen.