Pocas veces se acumulan en un solo día tantas y tan malas noticias. Este viernes ha sido auténticamente negro en España, y muy especialmente para Canarias. Parecía que nada podía empeorar el dato conocido a primeras horas de la mañana, el de la Encuesta de Población Activa, peligrosamente adelantado el día anterior por el ministro Montoro: casi 5,4 millones de desempleados hacen que el 20% de los hogares españoles tengan a todos sus miembros en paro. La cifra en Canarias rebasa los límites de la alarma: más del 30% de parados sobre la población activa, lo que llevó al Gobierno regional a hablar de “emergencia social”. Pero todo empeoró de manera grave al término del Consejo de Ministros, cuando José Manuel Soria dio carpetazo a una de las apuestas más importantes de la actual etapa política de Canarias, la penetración en serio de las energías renovables, particularmente la eólica. El ministro canario volvía a propinar otra patada en el culo a su tierra frustrando una vez más lo que siempre frustró desde las administraciones donde ha operado. Todo ello, en beneficio de las eléctricas, a las que empieza a compensar por el déficit tarifario, cifrado actualmente en 24 millones de euros. Escuchar a Soria hablar de que ya hay suficiente energía renovable instalada en España y fiando todo al inestable mercado de los hidrocarburos no solo provoca grima, sino la confirmación de que las predilecciones de este primer Gobierno de Rajoy no sintonizan en absoluto ni con los compromisos de España ni con las necesidades y sensibilidades sociales, turísticas y ambientales del país.