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La pardela cenicienta, seleccionada como bioindicador para vigilar los plásticos en el Atlántico norte

Pollo volandero con plumón de pardela cenicienta, 'Calonectris borealis'.

Europa Press

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Un equipo de investigadores del MNCN-CSIC y la Universidad de Azores han propuesto a la pardela cenicienta atlántica (Calonectris borealis) como bioindicador para vigilar la acumulación de plásticos en el Atlántico norte por ser, según afirman, un “depredador marino ampliamente distribuido”.

En una investigación publicada en la revista Environment International se constata que, en la zona estudiada (los archipiélagos de Canarias y Azores) más del 90% de los juveniles de esta especie de pardela “ya contienen partículas de plástico en sus estómagos cuando abandonan el nido”.

Este dato, “uno de los más elevados en comparación con otras especies de pardela”, demuestra que, como han explicado los investigadores, los plásticos llegan a las crías a través de la alimentación de los padres, antes de abandonar el nido.

Un bioindicador es una especie que aporta información sobre el estado del medio ambiente en relación con un contaminante. De este modo, en el estudio se propone a la pardela cenicienta para determinar la cantidad de fragmentos de plástico que flotan en las áreas marinas donde se alimentan.

Como ha aclarado el investigador del MNCN, Airam Rodríguez, en el trabajo han marcado el valor umbral cuando “más del 20% de las aves que se analicen contengan más de cuatro partículas plásticas”. “Superar esa proporción hace necesario tomar medidas concretas para eliminar el contaminante en el medio marino por parte de las autoridades responsables”, ha explicado.

Para llegar a estas conclusiones, el equipo realizó más de 1.100 necropsias de pardelas juveniles cuya muerte, según han señalado, se debió a causas naturales o a accidentes relacionados en muchos casos con su atracción por la luz.

En concreto, como ha detallado la investigadora del instituto Okeanos de la Universidad de Azores, Yasmina Rodríguez, analizaron la ingestión de plástico y definieron parámetros como el número de partículas o su masa total en el estómago, “esenciales para determinar este bioindicador”.

En el análisis se tuvo en cuenta la edad de las aves y la metodología de muestreo para definir el valor umbral para el número de partículas de plástico. Así, determinar ese valor, proporcionará “información fiable” para apoyar la acción política regional, nacional e internacional en zonas del Atlántico norte en las que “hasta ahora”, según señala, se carecía de una especie que indicara “eficazmente” el estado de la contaminación por partículas de plástico.

Como ha explicado, hasta ahora, el fulmar boreal --Fulmarus glacialis-- es la única especie utilizada durante más de 20 años como bioindicador de desechos plásticos flotantes en el Atlántico Norte. Sin embargo, aunque se trata de un ave emparentada con la pardela cenicienta, “la distribución del fulmar no abarca los mares del sur de Europa ni la corriente de Canarias”.

“Gracias a este estudio, que se ha prolongado más de diez años, hemos logrado mejorar la vigilancia del océano y confirmado que la pardela cenicienta es un bioindicador tan bueno e incluso mejor que el fulmar boreal”, ha apostillado Rodríguez.

Uno de los resultados obtenidos por esta investigación es que, mientras las pardelas juveniles de las Azores permiten monitorizar los cambios en la composición del plástico flotante en el Giro Subtropical del Atlántico Norte, “procedente principalmente de las costas de América Central y del Norte”, las pardelas de Canarias monitorizan la basura en la corriente de Canarias, “importantes caladeros situados en la costa noroeste del continente africano”.

De este modo, los investigadores pretenden que el seguimiento a largo plazo de los juveniles de pardela en las Azores y Canarias convierta a estos archipiélagos en “verdaderos observatorios medioambientales” desde los que se obtenga “información precisa” sobre la dinámica espacio-temporal de este contaminante en estas regiones oceánicas.

“La designación formal de aves marinas como bioindicadoras facilitará la identificación de otras especies que ayuden a determinar la presencia y abundancia de plásticos en todo el mundo, lo que permitirá realizar comparaciones y evaluaciones globales de este contaminante”, ha concluido Rodríguez.

Para la recogida de datos, los investigadores no han utilizado “prácticas invasivas”. Según han declarado, los juveniles de la especie se deslumbran a causa de la contaminación lumínica de las zonas urbanas las primeras veces que intentan salir del nido.

Este impacto visual hace que se desorienten y acaben cayendo y, “pese a los esfuerzos para rescatarlas durante las campañas como SOS Pardelas”, alrededor del 5% de las aves muere. Estos individuos son los que se han utilizado en este estudio.

“Los juveniles víctimas de la contaminación lumínica ofrecen una muestra no invasiva y de fácil acceso, lo que los hace científicamente útiles, a largo plazo, para los programas de seguimiento de basuras marinas, puestos en marcha por los Gobiernos de estas Comunidades Autónomas de Portugal y España, en el marco de las políticas europeas, concretamente la Directiva Marco sobre la Estrategia Marina”, ha explicado el investigador del Instituto Okeanos, Christopher Pham.

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