''El problema de la literatura canaria es que somos unos lloricas''
Si hubiese que citar a uno de los escritores más destacados en el panorama actual de la literatura canaria, uno de ellos podría ser el grancanario Alexis Ravelo (Las Palmas de Gran Canaria, 1971). Reside en su ciudad natal, que ama y odia a partes iguales. Arrastra una trayectoria literaria notable que ha sido avalada por un número considerable de lectores. Su formación roza lo autodidacta. Estudió Filosofía por la Universidad Española a Distancia (UNED) mientras escribía y trabajaba como camarero, profesión que ejerció hasta hace tres años. Dice haberse acercado a la literatura a través de la lectura cuando era adolescente, y fue en torno a los 20 años cuando comenzó a escribir. Completó su formación literaria con la participación en talleres de escritura creativa, los cuales imparte en la actualidad junto a otros escritores. La máquina del cuento, con Fernando Martínez Montecruz y Blas Laiz), y Factoría de ficciones, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, son dos ejemplos. Su primer libro, Segundas personas, está centrado en el relato breve y fue publicado en el año 2000, recibiendo una mención especial del Premio Poeta Domingo Velázquez. Desde entonces no ha parado de escribir relatos, cuentos infantiles, teatro y por supuesto, novelas. Entre ellas destacan las pertenecientes a la saga de novela negra con la que ha alcanzado mayor notoriedad, iniciada en 2006 con Tres funerales para Eladio Monroy. A ella le han seguido Sólo los muertos, y Los tipos duros no leen poesía, esta última publicada hace escasos meses.
-Ha alcanzado notoriedad desde que apareció Eladio Monroy allá por el 2006, ¿le cogió por sorpresa?
La verdad es que sí. Tres funerales para Eladio Monroy surgió simplemente como un ejercicio de estilo y para divertirme. Pero de pronto me encontré con que se había vendido toda la tirada. Se vendieron entre mil y dos mil libros. Eso en Canarias, para un autor de aquí, es un best seller.
-¿Cómo surgió la creación de Eladio Monroy?
De dos premisas principales. En primer lugar, es un personaje que simboliza la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Él es como es la ciudad, un hombre prejuicioso pero tolerante, mal educado, pero a la vez culto. Y en segundo lugar es un personaje a través del cual se trata de homenajear a hombres de generaciones anteriores relacionados con la actividad portuaria que, poco a poco, van muriendo. Es un homenaje a la decadencia del puerto y a los pequeños negocios que lo rodeaban, como los bazares hindúes. Éstos han sido desplazados en su mayoría por los centros comerciales. Aunque luego el problema no son los centros comerciales en sí, sino las tiendas de cadenas multinacionales que se instalan en ellos.
-¿Cómo es esa sociedad canaria que plasma en sus novelas?
R. Como cualquier sociedad, está llena de luces y de sombras. Las Palmas de Gran Canaria, que es el escenario por donde se mueve Eladio, siempre ha sido una ciudad portuaria, y por tanto su principal cualidad es la de ser un emplazamiento tolerante. Pero no es una tolerancia impostada, como potencian otros lugares para hacer un uso políticamente correcto de la ciudad, sino que es fruto de una convivencia de siglos. Y en cuanto a las sombras, pues las de todos lados. Hoy en día nos toca vivir las injusticias del neoliberalismo, pero siempre las hubo, ya se llamasen sus responsables liberales o conservadores, aunque éstos últimos al menos tenían una moral. En nuestro caso se juntó el neoliberalismo con los oligarcas de siempre, los terratenientes, los aguatenientes? Pero insisto en que, con matices, es algo que existe en todos lados.
-¿Cómo está el panorama actual de la literatura canaria?
Se da la situación de que los escritores canarios han hablado siempre de exploración de lo nuestro, pero no exploran sobre su propio territorio, salvo excepciones como Agustín Espinosa o Rafael Arozarena, que supo crear con Mararía una leyenda del lugar, un paisaje metafísico para plasmar el geográfico. Creo que eso es lo que hace falta. Pienso que hay que escribir sobre lo que uno está familiarizado. No comparto la idea de muchos escritores que sitúan sus obras en Madrid, por ejemplo, habiendo vivido siempre en Las Palmas de G.C.
¿Y qué pasa con la difusión de los escritores canarios?
El mayor problema de la literatura canaria es que somos unos lloricas. Nos quejamos de que no nos leen, pero ese no es un problema del lector sino del autor, que no escribe un buen libro. También pensamos que las instituciones no hacen nada por difundir la cultura. Pero es que esa no es la tarea de las instituciones. La cultura no nace de arriba hacia abajo, es horizontal. También está el problema de las editoriales canarias para editar y distribuir libros. Es en este sector clave en donde más se falla. Las pequeñas editoriales no pueden editar textos innovadores, y las que pueden lo hacen mal.
-Julio Cortázar decía que leer a escritores de su propia lengua o identidad, le daba a uno mayor confianza como persona por pertenecer a un colectivo o momento histórico. ¿Qué piensa sobre ello aplicándolo a nuestra literatura insular?
En primer lugar pienso que, porque algo sea canario, eso no significa que sea bueno. Antes se leía menos literatura canaria que ahora. Y en el momento en que no, la culpa era de los propios escritores canarios. Muchos autores de la generación de los 70 dieron la espalda al lector. Consecuencia, éstos se aburrían. Lo que hay demostrar es que podemos competir en calidad y amenidad. Cortázar tenía razón, pero tiene que haber buena literatura detrás.
-Ha dedicado parte de su obra al desarrollo de la novela negra. ¿No cree que, por sus propias características, es un género limitado?
Por supuesto. Siempre tiene que haber situaciones oscuras, malvados ocultos, mujeres fatales? Pero alguien decía por ahí que, el arte, cuánto más limitado, más libre es. Por eso mismo la novela negra, como género limitado, te obliga a hacer algo nuevo, a buscar rincones que otros no han explorado.
-A veces es difícil encontrar una diferencia entre la novela negra y el realismo sucio. ¿Para usted son iguales o diferentes?
Diferentes. La novela negra tiene más que ver con lo criminal, el desarraigo y lo desclasado. El realismo sucio no mantiene siempre las constantes típicas de la novela negra, como la violencia, la injusticia, la corrupción? La estructura del realismo sucio es más libre. Aunque a veces ambos se solapan. Por ejemplo, ¿Acaso no matan a los caballos?, de Horace McCoy, no sé hasta qué punto es novela negra y a la vez realismo sucio.
-¿Y dónde está la diferencia entre la novela negra y la novela policiaca?
Se podría decir que la primera es más comprometida y la segunda más conservadora. La novela negra nace de la propia novela policiaca durante la Gran Depresión estadounidense de 1929. El ejemplo más claro es Cosecha Roja, de Dashiell Hammett, que hace una visión crítica de la sociedad de la época. La novela policiaca se dedica a investigar quién es el asesino, mientras que la novela negra indaga en el porqué. Intenta desenmascarar las contradicciones ideológicas de clase.
-Entonces, ¿su participación en la novela negra también tiene como fin denunciar que las clases sociales siguen existiendo?
Por supuesto. Lo que no existe es la inexistencia de clases. Por eso la novela negra cumple una función social de denuncia. Sin ir más lejos, los crímenes de género no se llevan a cabo sin una sociedad injusta. Y mira, el otro día estaba en una presentación y me encontré con un conocido fiscal. Voy y le pregunto: “¿Sigues metiendo a los malos en la cárcel?”. “A los malos no, sólo a los que no tienen dinero”, me respondió. Ese es sólo un ejemplo de que ir o no a la cárcel es cuestión de dinero.
-¿Qué opina de los jóvenes canarios en cuanto a lectores-escritores?
Ahora mismo hay más aspirantes a escritores que tiempo atrás. Lo que pasa es que se olvida que cuesta mucho trabajo escribir literatura. Hoy por hoy, con el desarrollo tecnológico, se puede escribir cualquier cosa e inmediatamente subirlo a un blog. Esto implica que las nuevas generaciones se están preocupando más en publicar que en escribir bien. Es bueno que haya tantos aspirantes, pero no se debe olvidar que escribir es un largo ejercicio de paciencia. Hay que formarse continuamente, y no empeñarse en querer ser un artista, sino un artesano. Luego el público que decida quién es o no el artista. Lo principal no es tener estilo sino historia, y contarla bien.
-Y en lo que se refiere a los lectores, ¿cree en el lema “lee lo que sea, pero lee”?
No, y de entrada te digo que odio a Jorge Bucay, Stieg Larsson y Dan Brown. Sin embargo, para las personas que no tienen hábito lector sí es conveniente leer lo que sea. Yo mismo empecé leyendo noveluchas de espías hasta que cayó en mis manos La metamorfosis. Luego la cuestión es ir seleccionando. El problema es la tendencia cada vez mayor a que la imagen lo invada todo. Mencionaban el otro día que gracias a los E-books, cuando aparezca la palabra Taj Mahal, por ejemplo, uno podrá clicar en ella para ver una fotografía. ¿Pero y si yo lo que quiero es imaginármelo? De esta manera se pierde una tarea fundamental de la literatura, la descripción. No es cuestión de hacerse enemigo de la tecnología, sino de aceptar sus limitaciones.