Un rincón para descubrir
Vistas de la ciudad desde la torre de la catedral: El templo de la capital grancanaria reserva a los visitantes un trozo de la historia y la promesa de un tentempié en el barrio de Vegueta.
Vestigios de laurisilva: El Barranco de la Mina reserva dos kilómetros de subida al caminante y un tesoro de agua helada al final de la ruta.
Un barrio-playa colgado en la roca: El poblado marinero de Tufia, en Telde, ofrece arenas negras y retazos de postales entre las calles blancas que van a dar al mar.
Viñedos arrancados a la lava: La bodega grancanaria Bentayga, madre del mejor blanco seco de las islas, abre rutas entre sus vides para dar a probar sus caldos con vistas al Teide.
La máquina del tiempo de Antonella: Entrar en Beat Vintage, en Las Palmas de Gran Canaria, es dar un paseo por las décadas de los cincuenta, sesenta y setenta a través de su ropa.
Tres meses de vino y carne: Los guachinches que se esconden entre los montes del norte tinerfeño ofrecen tintos de cosecha propia y comida tradicional canaria aferrados a su propia normativa.
La playa de Artenara: Acantilados de arena petrificada y enormes tabaibas acompañan en el camino hacia el fin del mundo en el andén verde.
El templo del vinilo: El uruguayo Pablo Gallego ha erigido un local de culto al vinilo en LPGC, con una colección que supera los 30.000 discos.
El paraíso más cercano: La playa de Guguy, como la conocen los lugareños, destila paz entre acantilados y reserva atadeceres tras la sombra del Teide.
Negro atardecer. La arena del sur de la isla del fuego confiere a cada puesta de sol un contraste reflejado en el mar de la playa del Janubio y en los espejos de sus salinas.
Echar un pulso a las olas. En las afueras de Las Palmas de Gran Canaria se puede tropezar con un barrio ganado al océano.
Un laboratorio de soñadores. Flux Art ofrece la posibilidad de escrutar el proceso de creación artística en el casco histórico de LPGC.
Un oasis de montaña: En San Roque crece, agreste, un palmeral como una gota caída en mitad del valle. Un lugar para deternerse en una ruta o para conocer con una cesta de pícnic.
El contraste hecho paisaje: Vino y tierra se unen en Lanzarote para crear una de las estampas más peculiares del planeta.