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De la fijación catalana al desgobierno

Congreso de los Diputados vacío

José A. Alemán

Las Palmas de Gran Canaria —

En 2008 Ariel puso en las librerías El desgobierno de lo público, de Alejandro Nieto, que fuera catedrático de Derecho Administrativo en La Laguna donde mantuvo, entre finales de los 60 y principios de los 70 del siglo pasado, un Seminario de Derecho Administrativo Especial Canario que marcó un hito en el conocimiento de las especialidades isleñas. Nieto ocupó luego cátedras de su especialidad en universidades de Madrid y Barcelona, presidió el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y fue en 1997 Premio Nacional de Ensayo. En la obra mencionada, el profesor Nieto utiliza el concepto de “desgobierno” como equivalente de la corrupción a la que considera tan descomunal que ha hecho del Estado español el botín alternativo de los partidos políticos.

En el desgobierno, indica, los intereses privados de los gobernantes y sus mandantes se anteponen a los públicos y generales a los que se procura la estricta satisfacción para asegurar el sosiego de la población que se refuerza mediante la invención o el fomento de problemas marginales (religiosos, étnicos, nacionalistas, políticos, sexistas, deportivos) que la entretengan. Al propio tiempo, la clase dominante procura captar como cómplices suyos a gente de las filas de los dominados al tiempo que hace víctima de una dominación despiadada a la masa creciente de marginados integrantes de un ejército laboral de reserva en el que surgen grupos que “practican comportamientos depredadores de baja intensidad que la sociedad opulenta puede permitirse sin graves quebrantos”. Para Nieto, en fin, “lo que vaya a pasar -y cuándo- con esta bomba de relojería es impredecible y lo único seguro es que el desgobierno de lo público es el mejor abrigo del descontento social y de una eventual revolución”.

Agrega el profesor que España no es una democracia sino una cleptocracia, una sociedad profundamente corrupta pues ni las sospechas de corrupción ni las condenas afectan a la credibilidad de los políticos, que son presentados y reelegidos como si nada hubiera pasado. Y a una sociedad corrupta le corresponde un Gobierno también corrupto y una oposición a la que se le va la fuerza por la boca. Anota, asimismo, que la superprotección del sistema y la autocomplacencia impide a los políticos ver el problema y ocuparse de él por lo que siguen tan a gusto en “una autonomía irresponsable, es decir, carente de control, ya que el único que existe, el judicial, es totalmente inoperante”.

Carece el Estado español, concluye, de administración democrática, es decir, de un aparato que canalice los deseos del pueblo y procure satisfacer sus necesidades. Y en las autonomías han surgido oligarquías de partido que han sustituido la carrera profesional funcionarial por mecanismos que premian antes que la formación y la competencia la fidelidad o el parentesco. Es evidente, pues, que no interesa a los partidos una burocracia eficaz y consciente porque “supondría inevitablemente un contrapeso del Poder político, que éste no parece dispuesto a tolerar”, entre otras cosas porque “una gestión honesta de personal haría perder a ésta su condición de botín, algo que los políticos tampoco están dispuestos a tolerar”. Y añade para rematar: “En definitiva, la partitocracia prefiere una burocracia ineficaz desde el punto de vista administrativo, inerte desde el punto de vista del servicio público y en todo caso botín a disposición de amigos y militantes., (antes) que una burocracia eficaz pero no servil al Poder político”.“supondría inevitablemente un contrapeso del Poder político, que éste no parece dispuesto a tolerar”“una gestión honesta de personal haría perder a ésta su condición de botín, algo que los políticos tampoco están dispuestos a tolerar”“En definitiva, la partitocracia prefiere una burocracia ineficaz desde el punto de vista administrativo, inerte desde el punto de vista del servicio público y en todo caso botín a disposición de amigos y militantesque una burocracia eficaz pero no servil al Poder político”

No sé a ustedes, pero a mí me suena todo a cosa conocida. Y padecida, claro.

La fijación catalana

Insistiré en que la situación actual tiene que ver con la política del PP que en el fondo de su alma nunca vio bien el Estado de las Autonomías. En cualquier caso no se esmeraron los gobiernos de Aznar y de Rajoy en hacerlo avanzar aunque tampoco pueda decirse que las restantes fuerzas políticas lo impulsaran. A mi entender, han estado siempre más pendientes de colocarse por encima de los rivales que de elaborar y desarrollar proyectos de país. Toda la política parece reducirse a las expectativas electorales y al reparto de áreas de Poder si no queda más remedio que llegar a un apaño. No creo que ninguno de los partidos hoy en presencia tenga claro hacia donde dirigir su política en lo que se entierran en sondeos tan numerosos y variopintos que podría sustituirse el famoso color del cristal con que se mire por los matices del papel en que se imprimen o su equivalente en pantalla.

Aunque ya la he glosado alguna vez, vuelvo a remitirme a la trayectoria de Mariano Rajoy desde las elecciones de 2004 en que, contra todo pronóstico, lo derrotó José Luis Rodríguez Zapatero. La oposición del PP alcanzó, durante la legislatura y pico de presidencia socialista grados de infamia delirante difícilmente superables a las que se agregaría, cuando por fin logró Rajoy ganar las elecciones generales anticipadas de 2011, la política que condujo al país al brete en que está ahora mismo. No es justo explicar lo que está pasando, el punto al que hemos llegado cargando sobre una de las partes sin calibrar adecuadamente la parte de culpa que corresponde en este caso a Rajoy y al PP.

Para empezar, recuérdese a Rajoy en plan agitador excitando el anticatalanismo más elemental y cutre. La recogida de firmas por toda España contra la reforma del Estatut fue una declaración de intenciones confirmada por el recurso ante el Tribunal Constitucional (TC) que en 2010 dictó la sentencia que dejó en palanca a los autonomistas contrarios al secesionismo. Este dio entonces el gran subidón y pasó de la escasa relevancia, que no le alcanzaba para sentarse en el concierto de partidos catalanes, a posiciones de privilegio que ya se advirtieron en las elecciones catalanas de aquel mismo año.

Respecto a estas elecciones, recuerdo que estaba en Barcelona por aquellos días, que escribí en Canarias Ahora sobre el asunto y que ya había gente que anticipaba lo que ocurrió después. Rajoy no gobernaba todavía pues se hizo con La Moncloa al año siguiente en que abrió el periodo ya comenzó a marcar la etapa que continúa hoy. Eran tantos quienes tenía tan claro cómo evolucionaría la cuestión catalana y sus variables que resulta imposible que nadie advirtiera a Rajoy de las consecuencias de su política de dureza arbitraria con los catalanes que acabó por eliminar, como se temía, cualquier posibilidad de diálogo y entendimiento. Cuesta trabajo creer, sin embargo, que fuera la torpeza la que gobernó en todo momento las decisiones y actitudes de Rajoy y no considerar que era precisamente lo que hay en estos momentos lo que buscaba Rajoy. Después de todo, nada mejor para los mandantes que controlan el Gobierno de Madrid que una Cataluña quebrada, con sus hábitos de convivencia social rotos y sus atractivos para la actividad económica reducidos o eliminados. Una nueva relación entre territorios que interesa al “núcleo de poder político-financiero-funcionarial-mediático” asentado en Madrid, que no madrileño, impulsor, por ejemplo, de la política de privatizaciones que lleva ahora a pagar por las expropiaciones de Aznar, empezando con las autopistas. De este núcleo de Poder se ha ocupado el notario barcelonés Juan José López Burniol, ensayista y profesor universitario, que cita varios casos de expropiaciones y privatizaciones de empresas públicas en que ese núcleo aparece, claramente, como el que “configura las grandes decisiones que nos afectan a todos”, en palabras del mismo autor.

Añadiría que junto a la conjetura de que Rajoy no fue tan torpe sino que sus objetivos eran otros, muy acordes con las recentralizaciones que, ya ven, están en el fondo de las intenciones de Albert Rivera, el que habrá de sucederle. No me extrañaría, por otro lado, que fuera Rajoy el primer sorprendido de que el procés se desmadrara al rebasar las lindes catalanas y españolas para alcanzar una inesperada notoriedad mediática internacional. Como ha dicho Lluis Bassets, Puigdemont fracasó pero su proyecto no dejó por eso de llamar la atención europea al punto de que los alemanes se han tomado el asunto de empapelar de vuelta a Puigdemont con calma y tabaco contrariando las prisas españolas de encerrarlo cuanto antes. Sin duda tan lógico es que los gobiernos europeos traten de evitar conflicto con el español como que los jueces y fiscales alemanes hilen fino de cara a la opinión pública.

El desprestigio exterior

Hace apenas un mes que saltó el asunto del máster de Cristina Cifuentes. Otro asunto que redujeron los políticos a casi nada. El PP, como siempre, se ha cerrado en banda alrededor de la presidenta madrileña y aunque poco a poco parece que algunos han aflojado, lo cierto es que Rajoy sigue esperando algún santo advenimiento en lo que Cifuentes proclama a los cuatro vientos que ella sólo dimitirá si se lo pide Rajoy, o sea, ese señor de que hablamos. Pero Rajoy sigue sin pedírselo en lo que Albert Rivera anda preguntándose por las esquinas qué sabrá Cifuentes que se muestra tan segura. Mientras, me dicen que en una cafetería de Madrid ofrecen módicos desayunos de café con leche, bollería y máster. O sea, que la cosa está ya en los predios del cachondeo nacional. Pero, ya ven, nadie señala a Rajoy y al PP que parecen empeñados en desmontar al país con esta nueva epidemia de másters y títulos de falsos.

Si se fijan, el PP con más de ochocientos sujetos en veremos con la Justicia ahí sigue, tan campante para asombro de propios, de extraños y de los que pasaban cerca. Unos trasteos de dineros de los que nadie sabe nada, ni los que arrucharon por los cuartos. Alrededor de esos asuntos las intentonas de salvarles la cara a los corruptos mientras los partidos de la oposición se mueven con todas las cautelas del mundo no sé si merced al principios de hoy por ti, mañana por mí. De lo demás, la devolución de lo robado por ejemplo, nada. No es necesario que les diga lo que ya saben pero sí que alguna razón debe haber para que la oposición no trate de poner en su sitio a esta gente que no contribuye, precisamente, a la buena imagen del país.

Y si los escándalos de perras que conocemos han estado durante tiempo saltando tan a diario que les perdimos la cuenta, la jeta pepera ha ido adquiriendo volumen en la debida proporción con las defensas cerradas de no pocos corruptos que, encima, son aplaudidos durante minutos y hasta elogiados por miembros del Gobierno empezando por su presidente. Todo esto, por lo visto, no cotiza para la oposición que aún no se ha enterado de a ella le toca su parte en todo.

El modelo, el libro de estilo y los argumentarios seguidos en los casos de corrupción con perras ha alcanzado ya, que a eso iba, al asunto de los másters. Así, hemos visto aparecer en la tele dirigentes del PP de los que tenía mejor opinión quejándose de que cualquier cosilla que les ocurra a ellos se airea que da gusto hasta convertirse en objeto arrojadizo, viral que dicen; lo que no ocurre, añaden, con las otras formaciones. Como no tengo ganas de discutir, diré que muy bien podrían tener razón si bien, eso sí, deberán reconocer que la acumulación de asuntos feos en el PP bate todos los récords en cualquiera de las categorías. Y ya puesto a admitir esto, deberían reconocer que si la corrupción económica desprestigia a la clase política española en el exterior, tampoco ayuda mucho la judicialización de los problemas políticos que, como en el caso catalán, comienza afectar a otros países, sin contar con la constatación de que en España la Justicia es independiente según y cómo. Más bien habría que hablar de jueces independientes a título personal que han pagado cara semejante excentricidad.

¿Qué oposición?

Debemos ser ya muy pocos los que recordamos a Pepe Iglesias, el Zorro y su prodigiosa garganta única para ni recuerdo qué cantidad de personajes del Hotel la Sola Cama. De ellos sólo recuerdo, ahora mismo, al finado Fernández del que “nunca más se supo” como informaba siempre su creador. Que es lo mismo que podría decirse de la oposición política en España. Veamos.

En el caso de Ciudadanos, ya me contarán. Trata, ya saben, de adornarse con las plumas de la seriedad, la coherencia y la firmeza pero es evidente que nada ha conseguido porque ahí sigue Rajoy. Tanto Ciudadanos como Podemos tuvieron en sus manos acabar con la nefasta presidencia de Rajoy pero no lo hicieron. A Rivera no debía convenirle y estimó más rentable la continuidad de Rajoy que darle algún chance a otras fuerzas. Debe reconocerse que la derecha que está detrás de Rivera acertó al impulsar el protagonismo político de Ciudadanos y en su estrategia de procurar ser hierba en todas las salsas. Da resultados si se hace bien aunque su éxito no es muy duradero. Está Ciudadanos más pendiente de las encuestas y de los golpes de efecto que de ayudar a dar con un Gobierno que no siga batiendo récords de récords de desvergüenza.

Si Ciudadanos se lanzó a la captura de votos del PP y del PSOE, Pablo Iglesias quería desplazar al PSOE y no tardó la derechona en utilizar sus habituales recursos que van de la mentira a la exageración y criminalizaciones con atribuciones de postulados ideológicos que no corresponden. Como cuando Franco, que no había sino comunistas. De Podemos han dicho de todo con la adjudicación de obediencias, dependencias y filiaciones tan estrambóticas que hasta se enternece uno en el recuerdo del oro de Moscú. Una película ya demasiado vista cuando la dictadura que cuenta para su revival en democracia a sectores del PSOE que no quieren ni por nada aparecer del bracillo de los podemitas comedores, como saben, de niños crudos. Sin que faltaran los que tenían motivos más reales como los indisimulados esfuerzos de Pablo Iglesias de echarse por delante del PSOE o la simple aversión ideológica. Fue un momento clave, la mejor oportunidad del PSOE para retrasar su transformación en un club de petanca; y la de Iglesias que se sintió dolido por el engaño socialista, que jugaba otras cartas bajo la mesa y demostró tener poca cintura. La prioridad era sacar a Rajoy.

Quizá debió tener en cuenta Iglesias que Pedro Sánchez estaba en una situación complicada y que desplegó un juego equívoco con sabor a traición a la palabra dada. Pero malició que igual lo dejaba tirado y no tuvo suficiente cintura para, así y todo, apoyar la investidura socialista y desplazar al PP, que ya habría tiempo de tirarse a la cabeza el resto de la vajilla. Hay, desde luego, quienes no lo ven así y justifican o condenan a unos y otros. Pero “cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”, escribió Monterroso en el que seguramente es el cuento más breve de la Historia.

Doy por descontado que pudo o no ser como digo, pero parece evidente que todos los partidos pusieron por delante sus intereses electorales a corto plazo. No era lo principal sacar a Rajoy del Gobierno sino situarse en él o cerca de él. No parece necesario insistir aquí en las desvergüenzas que conforman la política del PP en un país de esta misma Europa donde han dimitido destacados gobernantes por haber copiado en un examen o utilizado sus influencias desde el poder para arreglarle los papeles a una inmigrante.

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