Encuentran paredes de construcciones en el yacimiento romano de Isla de Lobos
El equipo de arqueólogos que trabaja en el yacimiento de Isla de Lobos, al norte de Fuerteventura, ha hallado tras la finalización de la primera fase de excavación nuevos datos sobre el que podría ser el primer asentamiento estacional de una población romana localizado en Canarias.
Después de llevar a cabo una primera excavación exploratoria antes del verano, y reanudados los trabajos de prospección tras el mismo hasta el presente momento, el equipo científico que conforman técnicos del Cabildo de Fuerteventura, el Museo Arqueológico de Tenerife y la Universidad de La Laguna han concluido este mismo fin de semana la primera etapa de los trabajos de campo.
Los primeros sondeos permitieron identificar ente otros materiales restos de cerámica --presumiblemente de torno-- y numerosos fragmentos de conchas de Thais haemastoma, lo que popularmente se conoce como carnadilla, un molusco utilizado en el periodo imperial romano para la elaboración de la púrpura, un valioso tinte.
En estas últimas semanas han comenzado a aparecer restos de estructuras constructivas cuyo hallazgo sigue, a falta de investigaciones más detalladas, en la línea de que el yacimiento podría estar relacionado con la existencia de un asentamiento para la industria manufacturera de la púrpura romana.
La tipología y la técnica de elaboración de los materiales hallados indican que este asentamiento puede corresponder a un periodo enmarcado entre los siglos I a.C. y II d.C. También es destacable la aparición de muros, restos de cerámica y miles de fragmentos de carnadilla fracturados siguiendo un mismo patrón, hecho este último asociado a una manipulación intencionada y estandarizada que hubiera permitido extraer la totalidad de la púrpura.
La directora del proyecto detalló que durante las últimas prospecciones han aparecido pisos de habitación, restos de alimentos, fragmentos de ánfora, cerámica de cocina, cerámica fina y restos de elementos metálicos que habrá que estudia a partir de ahora para poder conseguir concusiones más contundentes. “Lo más importante es la aparición de restos de muros sobre una planta rectangular en la zona del yacimiento, y en próximas etapas de excavación, continuaran los trabajos alrededor de estos muros”, añadió.
CERÁMICA DE TORNO
En lo respectivo a la cerámica de torno, su localización es muy importante debido a que, si se confirma su cronología, se demostraría que en Canarias hubo desde una época muy temprana emplazamientos de pueblos que conocían su utilización y que de alguna forma convivieron o mantuvieron contactos con los aborígenes, quienes para la realización de objetos de cerámica recurrían a la elaboración a mano.
Hasta ahora sí se habían localizado en Canarias de forma puntual otros restos de cerámica de torno relacionada con las culturas clásicas del Mediterráneo, pero la singularidad del yacimiento en Isla de Lobos radica en que la cerámica aparecería ya contextualizada en un emplazamiento concreto y con actividad también relacionada con la obtención de tintes para su posterior comercialización.
Los tejidos teñidos de púrpura gozaron de gran popularidad en todo el mundo antiguo, desde los fenicios hasta los romanos. Eran considerados objetos de lujo y signo de distinción social, hasta el punto de que el propio Estado controlaba su monopolio y se organizaban expediciones comerciales y militares en busca de los productos necesarios para su elaboración.
También se establecieron bases en la costa africana atlántica para su extracción. Las costas de la denominada Mauritania-Tingitana tenían una potente industria de púrpura, por lo que debido a su cercanía con Canarias, se podría apuntar como teoría que también la tuvieran las Islas, donde ya los autores clásicos situaron los Campos Elíseos.
EXPANSIÓN COMERCIAL
Desde el I milenio a.C. se desarrolló la expansión comercial desde el Mediterráneo oriental a cargo de pueblos navegantes como los fenicios y griegos, que buscaban fuentes de abastecimiento de materias primas y nuevos mercados para sus productos. Los conocimientos náuticos de estos pueblos para navegar en alta mar permitieron esta expansión.
Esta actividad se vio acompañada de numerosos viajes exploratorios o periplos que propiciaron el establecimiento de colonias y emporios fenicios en la costa atlántica, como los de Gadir, Lixus y Mogador, en donde se desarrolló una importante industria pesquera. La producción de garum (una conserva realizada a base de pescado) dio origen a una rica industria de salazón que era comercializada por todo el mundo púnico, griego y romano. Y que también podría ser otra de las justificaciones de la presencia romana en la Isla de Lobos.
Las Islas Canarias, si se confirman las hipótesis iniciales apuntadas con localizaciones como la de Isla de Lobos, no fueron ajenas a este largo proceso comenzado desde el milenio I a.C. que finalizaría con la crisis del Imperio de los siglos III-IV d.C. y el posterior abandono de las factorías de salazones de la Mauritania Tingitana.
En este sentido, la situación estratégica del archipiélago canario facilitó el establecimiento de las rutas comerciales de navegación atlántica. La gran riqueza en túnidos de las aguas del banco pesquero canario-sahariano pronto convertiría a las islas en una valiosa fuente de recursos pesqueros.
La descripción de las Islas Afortunadas que Plinio extrae de la expedición de Juba II revela el conocimiento y la frecuentación del archipiélago desde la Antigüedad. Existen evidencias indiscutibles que confirman en las islas la presencia de poblaciones púnicas y romanas relacionadas con la explotación de estos y otros recursos naturales como la madera o el múrex, que propició el desarrollo de rentables industrias de tinte de púrpura en la Antigüedad.
La Isla de Lobos también tiene un papel destacado en las crónicas de la Conquista de Canarias por los europeos, pero ya a comienzos del siglo XV. Tras la conquista de Lanzarote (1402), la expedición del normando Jean de Bethencourt regresó a la Península en busca de más refuerzos, dejando un destacamento al mando de su socio Gadifer de la Salle que se asentó en el islote de Lobos, que serviría de base para la posterior conquista de Fuerteventura.