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“En mi último libro le doy voz a quien me ama desde hace 45 años”

Elsa López.

Esther R. Medina

Santa Cruz de La Palma —

El último libro de Elsa López, Últimos poemas de amor, es una obra muy personal, un universo íntimo en el que la escritora palmera adopta un papel masculino, se transforma en Manolo, el hombre que lleva amándola con pasión desde hace 45 años, y le da voz. Un poemario de gratitud a quien ha sido su sombra y su guardaespaldas, quien “me ha ayudado a no desfallecer, a escribir y a estar en varios sitios a la vez”.

“Amada en el amado transformada. Esa es la clave. El motivo. La causa. He querido averiguar, saber qué sería yo si fuese él. Cómo me amaría si yo fuera su cuerpo. Cómo me desearía si el deseo fuera el suyo. Adentrarme en su cuerpo, en el recorrido de su sangre, en su pulso, en su piel. Ser sus ojos y mirarme intentando averiguar cómo me miraría si yo fuese él. Qué siente un hombre que ha amado a una mujer durante 45 años. Qué piensa, qué desea, de qué se alimenta. Cuáles son sus inquietudes, sus íntimos pensamientos, sus temblores. Todo eso he querido averiguar al ponerme en su piel. En resumen, lo escribí desde mí misma pensando luego, por qué no, que él podría sentir lo mismo que yo sin poder expresarlo, sin saber expresarlo con palabras. He puesto en él palabras mías, emociones mías. Le he dado voz a lo que él no sabe decir en alto, pero muestra con gestos, miradas y actitudes que comprendo son lo mismo que yo siento”. Este es el texto que aparece en la cubierta del libro. “Y esas son las palabras que yo envié al editor para explicarle por qué había escrito los poemas usando el masculino. Quise hacerlo para intentar decir con mis palabras lo que pensaba que mi compañero de vida y de viaje sentiría hacia mí si hubiera podido ser él quien los escribiera. Era una manera de compartir esa experiencia amorosa. Una fórmula para darle a él la voz que no tenía en mis libros porque algunas veces he llegado a pensar si cuanto he escrito de amor o de desamor, de olvido y de memoria, era yo la única que lo sentía y representaba de esa manera. Es más, los poemas de muertes y pérdidas creo que los ha vivido igual que yo sin tener la posibilidad de poder expresarlo, de poder comunicarlo a quienes ama como he podido hacerlo yo durante todos estos años. Y esa idea me ha producido tanta desazón que quise ser justa con él y con quienes sufren esa misma situación de desamparo frente a las palabras”, explica Elsa López en una entrevista con La Palma Ahora.

“Los primeros poemas del libro los escribí en un viaje. Me salieron tal cual han sido editados y esos tres poemas los escribí en un avión alejándome de la isla y de él. Tuve unas horas de tristeza y de sentir el abandono. Lo imaginaba paseando por la avenida y teniendo que hacerlo por su salud después de los dos infartos que había sufrido y cómo esos mismos infartos habían cambiado nuestra vida fortaleciendo nuestra relación y haciendo que el amor que habíamos construido fuera mucho más firme. Luego seguí reuniendo poemas, volviendo sobre algunos ya escritos que me gustaba reencontrar entre estos últimos, y, sobre todo, añadiendo muchos que surgieron después ya con la idea de que fuera él quien los escribiera; esperando que fuera él quien lo hiciera por mí como yo había hecho tantas veces por él”, cuenta.

Estos son los tres poemas con los que se inicia esta aventura de hacer recuperar la voz a quien no la tiene:

I

Voy despacio por la larga avenida.V

El médico me ha dicho que es bueno que camine.

El malecón me empuja hacia las aves

que comen su carroña diaria y gritan sin cesar.

Aún es de noche y yo miro las nubes

que se abren lentamente a un nuevo amanecer.

Ella duerme.

Y yo pienso en su cuerpo desnudo entre las sábanas.

 

II

Me defiendo de la luz con las dos manosM

y le digo que hable más alto.

Habla más alto que no sé de qué hablas.

Le digo.

Imagino que de amor por la forma de mirarme.

Por el leve movimiento de sus hombros.

Por la ligera inclinación de su cabeza.

Por el beso.

 

III

La arrastro por las calles. La llevo en volandasL

por las piedras redondas de la pequeña plaza.

Y la acerco al mar. Luego la dejo sola

para que sea ella la que llegue hasta el agua

a mojarse los pies y las sandalias. 

La miro. Así, de espaldas,

el pelo blanco balanceándose en el aire,

la falda recogida y los pies tan de cera. 

Parece la muchacha que tanto deseé aquella vez.

Primera vez que supe quererla para siempre.

 

Últimos poemas de amor está editado por Hiperión, que, recuerda Elsa, “ha sido mi editorial para los tres libros anteriores Mar de amores, Travesía y Viaje a la nada.  El título obedece a una idea que me obsesiona últimamente y es la idea de la muerte, de que poco tiempo me queda aún de lucidez y de capacidad para escribir, que quizá sean los últimos, realmente, que escriba y no porque haya dejado de amar o piense que voy a dejar de hacerlo, sino porque tengo la sensación de que me queda poco tiempo para ordenar, organizar y decir todo lo que me queda por hacer. Que ya no habrá tiempo para tanto como quisiera. Que he cumplido varias etapas de mi vida y ahora debería de dejar de constatar lo ya hecho y amado para dedicarme a otros menesteres. Luego, cuando recapacito me doy cuenta de lo absurdo de esos pensamientos y me despierto de madrugada con nuevos poemas dentro de mi cabeza”.

“Algunos de mis amigos han creído leer entre líneas que he dejado de amar y por eso hablo de lo último, del final. Lejos de la verdad. Con estos Últimos poemas de amor he querido mostrar cómo en mi vida hay un hombre amante y generoso que ha estado siempre en silencio a mi lado en este complicado mundo de la literatura y me ha ayudado a no desfallecer, a escribir y a estar en varios sitios a la vez. A pesar de las diferentes profesiones (él volaba por esos mundos mientras yo escribía y daba clases), siempre que su trabajo se lo ha permitido, me ha escoltado durante años en las actividades culturales a las que he asistido, ha querido a mis amigos escritores y ha participado en congresos y recitales a los que podía acompañarme como si fuera mi sombra”, relata.

Recuerda que en el Festival Internacional de Poesía de Nicaragua a Manolo “le apodaban El guardaespaldas con tanto cariño que había veces que era él y no yo el verdadero protagonista de los actos. Le escriben a él y a él le dedican palabras de afecto los poetas que lo han conocido. Es más, no me conciben sin él. Su carácter sereno, su saber estar en todo momento, le ha granjeado el respeto de muchos autores que no me imaginan sin él y de ahí lo de mi sombra como lo apodaban también. ”¿Dónde está tu sombra?“, me decían riendo cuando aparecía sola en alguno de los recitales de Granada. ”¿Dónde dejaste a Manolo?“ Me preguntan aún cuando viajo para dar un recital o una conferencia y él no está a mi lado. Y eso me lo preguntan las azafatas, los pilotos, los maleteros del aeropuerto, las camareras y los poetas que me encuentro por los pasillos. Y al hacerme la preguntan, miran detrás de mí como si fuera a estar allí dispuesto a arroparme, a defenderme del frío o del calor, a sujetarme en los cansancios o en los largos viajes a países lejanos donde todos creían que iban a escuchar mi voz y mis palabras cuando, realmente, eran las suyas muchas veces las que yo pronunciaba”.

“Mi sombra es todo eso y muchas más cosas que no es necesario explicar. Solo añadir que estoy segura de que si él hubiera escrito este libro lo habría escrito tal y como aparece. Ni una coma más ni una coma menos”, concluye con absoluto convencimiento.

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