Espacio de opinión de La Palma Ahora
'A Antonio Méndez'
No niego que el Día de Reyes, se tornó triste y un poco más oscuro, cuando me anunciaron tu adiós definitivo. No esperaba tu marcha precipitada. Habías sido un buen amigo y un apreciado convecino de nuestra calle Real, que en el decir de los palmeros “es el patio de nuestras casas y la calle más larga del mundo” y, con tu marcha, me hiciste recordar nuestros encuentros y conversaciones, casi diarias. Por ellas, me consta que sentías tu ciudad en cada uno de sus adoquines; que la amabas con un cariño desmedido, trasparentado en cada frase, incluso en aquellas cargadas de sarcasmo que, como expresión de desacuerdo y rebeldía, aplicabas a actuaciones y acontecimientos que no te gustaban; hechos que te infundían pena, nunca desamor, porque tu cariño por Santa Cruz de la Palma estaba enraizado en tu alma desde siempre? Por eso, Antonio, tampoco olvidaré el grato placer que te causaba observar el ambiente y caminar despacio, consciente de que esta ciudad nuestra, nos entra por los ojos y se la ama de pie, entre el polvo de sus calles y plazas.
Luego, recordé tus entrevistas en “La Emisora” hablando de costumbres y tradiciones, de tus recetas de cocina, de los carnavales y de la Bajada de la Virgen, unas fiestas que tu conociste bien, pues no en vano, durante algunos lustros, fuiste espíritu de Dios infundido en el más emblemático de nuestros muñecos: el enano.
No obviaré aquella charla en la que el inolvidable Antonio Manuel reconoció tu valía como embajador, porque a tu manera, con curiosidad, dedicación y paciencia habías logrado que La Palma estuviese presente en despachos de reyes, príncipes, grandes mandatarios y personas ilustres. Con que ilusión abrías la última carta llegada, disfrutando como “un enano”, sonriente como un niño que muestra el regalo-sorpresa recibido tras la Noche de Reyes.
Tus cartas y postales eran, Antonio, el reflejo de tus relaciones, de una cordialidad compartida más allá de la Isla. La plasmación de una labor de “pequeño embajador” excepcional y fructífera que pude comprobar en las exposiciones, que hace unos años realizaste en la Casa de Salazar de Santa Cruz de La Palma y en el Casino de Santa Cruz de Tenerife. Todavía están en mi mente algunas de las anécdotas contadas y tus explicaciones a cuantos las visitaron. Creo que aquellos días viviste, con la plástica emoción de un “diplomático”, el orgullo de los logros alcanzados sin moverte apenas de tu Isla, únicamente con la insistencia infatigable de quien busca en sus cartas una respuesta “casi” imposible.
Ahora, que te han ascendido y eres por méritos propios “el cartero de Dios”, espero que no te olvides de nosotros.
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