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Cuidemos del turismo

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En la tarde del pasado viernes fuimos de celebración familiar a un restaurante, en el mismo se encontraban varias mesas ocupadas por extranjeros, nosotros entramos, nos sentamos, nos dieron el menú, y de entrada advertimos la falta en el menú de algún plato que no fuera carne o pescado, para vegetarianos o no, como alguna pasta, arroz o algo similar que no fuerce al cliente a comer ese tipo de proteínas procedente del mundo animal. Nos tomaron la comanda, nos trajeron el entrante, y a pesar que la costumbre con los turistas puede que no sea servirles pan con las bebidas, a nosotros no nos pusieron pan ni con el entrante, lo cual nos sorprendió, pero al necesitarlo, lo solicitamos, y nos traen dos panes recalentados, uno duro y pasado de fecha, el otro sí se podía comer. Comemos el entrante, llegan los platos principales, y un plato de 14 euros, llega con muy poca cantidad y quemado. Y el entrecot que formaba parte del otro plato principal, llegó igualmente quemado, y yo me pregunté: ¿el que está en la cocina o el que lo sirve no se da cuenta que eso es impresentable? No será mejor pedir disculpas por el retraso y volver a preparar los platos principales. Luego una cuestión de comercialización que enfatizó en varias ocasiones el Premio Nacional de Hostelería Doménec Biosca Vidal en su visita a La Palma en el año 2006, todos los empleados de un hotel, de un restaurante tienen que ser comerciales, y la principal función es vender y vender bien. Por ello, también nos extrañó que, en ningún momento, nos ofrecieran otra bebida, otro plato, algún otro acompañamiento, etc. Para terminar con el ejemplo, la pequeña cena nos costó 42 euros, que no es poco. Desde el viernes no dejo de darle vueltas, no a lo que nos costó la cena, pienso si le habrán hecho lo mismo a quienes tanto necesitamos, un turismo que consuma en nuestros restaurantes, y que no se circunscriba a prepararse algo en sus apartamentos, o a visitar los negocios gestionados por sus compatriotas, que siendo necesarios, no repercuten tanto en la pobre economía insular.

Me entristece pensar que el mismo servicio que nosotros recibimos lo recibieron esa misma tarde noche los turistas que allí cenaron. Desde la mesa en la que mal cenamos, se podía ver como muchos visitantes consultaban el menú del restaurante y muy pocos fueron los que se decidieron a entrar en relación al número de personas que consultaron el menú desde el exterior, sería necesario determinar que los llevó a visitar otros establecimientos y no pararse en el mencionado restaurante.

Si a esto unimos que los turistas del crucero Armonía que nos visitó el pasado jueves, en su camino desde el muelle hasta la playa de Bajamar encontraron basura no procedente de los indianos, un mueble publicitario estallado enfrente del quiosco de la playa y un Opel Corsa abandonado a otro lado de la calzada, pues responsablemente tengo que hacer público estos malos ejemplos, los cuales nos muestran una vez más que tenemos que ser exquisitos con el poco turismo que tenemos, que tienen que salir de la Isla hablando maravillas de todo, de sus gentes, de sus restaurantes, de la limpieza de sus calles y de sus barrancos, de la gestión de nuestros residuos, de las indicaciones dadas por los transeúntes cuando están buscando algún lugar de visita, de la señalización de nuestros principales activos, etc. Por si algún lector lo tiene presente, es sabido que muchos visitantes se aprovechan y que aquí hacen lo que no hacen en su tierra, pero en general tenemos que ser pacientes y amables, incluso con las caraduras.

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